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LORD MACAULAY.
insolencia que nunca habían mostrado los visitado–
res puritanos.
"Os 71abéis portado conmigo de 1ma mane1·a–
indigna de caballeros,
exclamó.
No sólo me habéis jaltado
al nspeto, sino tartibién al cumplimiento. de vuestro debe1·.
»
Los profesores se arrodillaron y le pre entaron una
petición, que él ni aun quiso mirar, añadiendo:
«¿Es
ésta la decantada fidelidad de la Iglesia anglicana? Nunca
hubie1·a creído que en un asunto como éste pudie1'an inleroeni?–
tantos eclesiásticos de lá Ig lesia de l nglatm·a. Idos á mies–
tra-s casas. Retiraos. Yo soy el Rey, y seré obgdecido. Re-
1míos inmediatamente en VíteStra capilla y elegid al Obispo de
Oa;j01·d, y el que no quiera. quemfre bien lo que hace. Senti?·á
todu el peso de mi podei·. Sabi·á lo qu,e es inc1t1·1'i1· en el des–
agrado de su Rey.»
Los electores volvieron á arrodillar -
se, y de nuevo le presentaron su petición. El Sobera–
no, lleno de ira, la cogió y la arrojó al suelo.
«¡Salid,
os digo , no qitie1·0 1·ecihir nada de vosotros hasta que ltayáis
nombi-ado al Obispo!»
Entonces se retiraron, reuniéndose inmediatamente
en su capilla. Trató e de decidir si debían cumplir 1
mandato de
. M. mith e taba ausente; sólo Char - ·
nock opinó por la afirmativa; los demás declararon
estar dispuestos
á
obedecer al Rey i>iempre que · u
órdenes fuesen legale , pero que no violarían los es–
tatutos, faltando además
á
sus j uramentos.
El Rey, muy irritado y lleno de mortificación por
su derrota, abandonó
á
Oxford y fué
á
reunir e con la
Reina en Bath. Su obstinación y la viol encia de su
carácter le habían colocado en una situación difícil.
Había puesto excesiva con fianza en el efecto de su
enojo y sus reconvenciones, aventurando torpemente
con el éxito de la contienda no sólo el crédito de su
administraci6n, sino su dignidad per onal. ¿Podría
ceder ante súbditos
á
qu ienes había amenazado con
voz . irritada y ademán furioso. Ypor ot:ra parte, ¿se