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LORD MACAULAY.
coutró en toda Ja ciudad herrero que qui iera forza1·
la cerradura del domicilio del Rector. Los comisarios
se vieron en Ja precisióu de valerse de sus criados,
los cuales para abrir Ja puerta hubieron de emplear
barras de hierro. Los sermones que el domingo inme–
diato se predicaron en la iglesia de la Univer. idad
abundaban en reflexiones que hirieron á Oartwrig·ht
en lo más vivo, sin que pudiera darse por aludido.
Y así bubierau qued.ado las cosas á no bailarse Ja–
cobo infatuado hasta la locura. Los profesores en g·e–
neral no parecían dispuestos á llevar más adelante la
resistencia, opinando que, al negarse á asistir á Ja
admisión del intrus9, habían probado suficientemente
tespetar sus estatutos
y
juramentos, y que puesto que
.
~actualmente
se le babia dado posesión del rectorado,
<podríari muy bien reconocerlo como jefe, hasta que
·Jmr sentencia del tribunal competente fuere sepa–
'
~ado
de aquel puesto. Só!o uno de los profe ores, el
_ doctor .i:;'airfax, se neg·ó á admitir
semejan.te¡irreglo.
De muy buena gana hubieran accedido los comisarios
á dejar la cuestión en tales térm inos, y por es,pacio de
al g unas horas hubo una treg·ua, que e]f opiuión de
mucho
iba á terminar en aneglo amistoso; mas
prouto i;enació de nuevo la confusión. Los profesores
se vieron aqusados por
!~
voz popular de falta de va–
lor. Corría ya en la ciudad como frase irónica
la.
conciencia de los cated1·áticos de Jlfagrlalene College
y
se de–
cía que el animoso Hough y el homado Fairfax,
fueran eugaiíados
y
abandonados por sus compañe –
ros. Más iujuriosas eran aún los burlas de Obadiah
Walker y de , us colegas los otros renegados. A esto
habían venido á parar, decían aquellos apóstatas, las
altaneras frases con que el claustro había declarado
estar resuelto á defender el PresideJ:\te legal y la
fe
protestante. En tanto que los electores, grandemente