REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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en los extremos del reino. En los cafés de Londres,
en los .tribunales de ju ticia, en lo
clau tros de las
catedrales, en fas parroquia.
y
ca tiJlo
e parcidos
en los más remotos condado , se sentían é iban dia–
ria:nen te
en:~ento
la compasión por los oprimidos
y la indigniéió!J contra el Gobierno. Por do quiera se
aplaudía la protesta de Hough; el allanamiento de su
morada era mencionado en todas part s C<On honor,
y,
por último, la entencia de destitución fulminada
contra los catedráticos rompió aquellos lazo , un
tiempo tau estrechos
y
querido , que habían uuido la
Ig lesia anglicana
á
la ca a de Estuardo. El más
amarg·o re en timiento y lo má cruele temores re–
em'plazaron al amor y la confianza.
'o había preben–
dado, ni rector, ni vicario
á
cuya monte no a udiese
la idea de que, por moderada que fuera su conducta,
por o cura que pareciera u situación, no pudie e al
cabo de algunos meses ser arrojado de su bogar por
un edicto arbitrario, y ver e reducido
á
mend igar,
cubierto de andrajo a sotana, con su muj er y sus hi–
jos, mientras su beneficio, cuyo goce le aseguraban
leyes de inmemorial antigüedad y la mi ma palabra
Real, pasaría
á
manos de algún apó tata. E ta era,
pues, Ja recompensa de aquella heroica lealtad, nunca
desmentida á través de las vicisitude de cincuenta
años de turbulencias
y
disturbios. Para lleg·ar
á
esto
había sufrido
1 clero parsecucioncs y despoj os en
defensa de Carlos r.·Este era el premio de haber soste–
n ido
á
Carl os II en su terri ble lucha con la oposición
whig. Así pagaban el haber pel eado en la vanguar–
dia contra los que trataban de privará J acobo de su
herencia. A su fidelidad tan solo debía su opreso r el
poder que ahora empleaba en arruinarlos. Durante
mucho tiempo habían tenido costumbre de recordar
en acerbo lenguaje:cuánto habían t enido que sufrir