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LORD MACAULAY.
deseo del vulgo. Entró lleno de regocijo en palacio,..
que muy pronto recobró su antiguo aspecto. Los
sacerdotes católicos, que Ja semana anterior se habían
apresurado
á
ocultarse del furor de Ja multitud, en só-–
tanos y desvanes, saliendo ahora de sus escondrijos–
exigían la posesión de sus antiguos cargos.
n je–
suita dijo las oraciones en la mesa real. El acento·
irlandés
(b1·og1te!,
á
Ja sazón el más aborrecible sonido–
para los oídos ingleses, se oía por do quiera en patios
y galerías. El mismo Rey había recobrado su antigua•
altivez. Celebró un Consejo, el último, y a1:1n en aque–
lla extremidad citó
á
a.lgunas persona que carecían
de las condiciones legales. Manifestó haber visto con.
gran disgusto
1~
conducta de aquellos Lores que du–
rante su ausencia habían osado encargarse de la ad-–
ministración. Era su deber, en opinión del Monarca,.
dejar que Ja sociedad se dis'olviesc, que las casas de
los Embajadores fuesen demolidas, que Londres fuera
presa de las llamas, antes que asumir el desempeño
de funciones que el Rey juzgara oportuno abandonar..
Enke las personas
á
quienes de este modo reprendía
se hallaban algunos nobles y Prelados, que
á
despe–
cho de todos los errores del Rey, habían permanecido·
fieles
á
su causa, y que aun después de esta provoca–
ción, no se dejaron nunca inducir por la esperanza
Ó·
el temor
á
reconocer en ningún otro Soberano los de–
rechos que les ligaban
á
Jacobo (l ).
Mas bien pronto desapareció el valor del Monarca.
Apenas había entrado en Palacio, cuando fué anun–
ciado Zulestein, el cual repitió el frío y severo men -
saje de Guillermo. El Rey insistió todavía en celebrar-
(1)
•Gaceta de Londres,
dic. 16, 1688; Mulgra-ve,
Reseifa. de ta
Re~
voiución; Historia de la Desei'ci ón;
Burnet,
1,
199;
Dia1'io de Eve–
.Lyn,
dic. 13 y 11, 1688.