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LORD MACAULAY.

tonces, sin dar lugar á réplica, nombró mensajeros

á

Halifax, Shrewsbury y Delamere (1).

La resolución de Jos Lores pareció tomada por una–

nimidad, pero hal.Jía en la asamblea algunos que en

manera alguna aprobaban Ja decisión

á

que hablan

contribuido con su voto, y que deseaban ver al Rey

tratado con severidad que no se atrevlan á recomen–

dar abiertamente. Es digno de notarse que el jefe de

este partido era un lord que había sido vehemente

tory, y que después murió siendo

nonjwror,

Olarendon.

La rapidez con que en esta crisis retrocedió y ade–

lantó de ext,remo

á

extremo, podrá parecer inconcebi.

ble á los que viven en tiempos de tranquilidad, mas:

no sorprenderá á cuantos han tenido ocasión de seguir–

atentamente el curso de las revoluciones. Sabía que

la aspereza con que á presencia del Rey había censu-

rado todo el sistema de gobierno, causara mortal ofen–

sa

á

su antiguo amo. Por otra parte, en su calidad de

tío de las Princesas, podía esperar grandeza y opu–

lencia en el nuevo orden de cosas que estaba á punto

de comenzar. Mirábale la colonia inglesa de Irlanda

como amigo y protector, y no se Je ocultaba que gran

parte de su futura grandeza dependía de la confian–

za

y

adhesión de aquella poderosa colonia. Ante con–

sideraciones de tal monta hubieron de ceder los prin–

cipios que toda su vida habla profesado ostentosa–

mente. Dirigióse, pues, al gabinete del Príncipe

y

le

representó el peligro de dejar al Rey en libertad. Los

protestantes de Irlanda se hallaban en situación ex-

- trema. Sólo habla un medio de asegurar sus vidas

y

haciendas;

y

este solo medio era g uardar á S. M. en

estrecha prisión. No serla prudente encerrarle en un

(1)

Burnet,

1,

800;

Diar io de Clarencton,

dic.

11, 1688;

Citters•

dic. 18 (28), 1688.