REVOLUCION DE INGLATERRA.
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una multitud de cosas, de la desobediencia del claus–
tro de Magda.lene College, de los milagros de la fuente
de San Winifredo, de la deslealtad de los magistrados
y
de las virtudes de un pedazo de la verdadera cruz
1
que desgraciadamente habíl\ perdido.
«¿Qué
he
hecho
yo?
preguntaba
á
los
sqitires
de Kent que le asistían.
JJecidrne ta vm·dad, ¿cuál es mijalta?n
Aquellos
á
quienes
dirigia estas preguntas tenían demasiada humanidad
para responder lo que indudablemente acudía
á
sus
labios, y escuchaban su incoherente discurso con si–
lencio compasivo (1).
Cuando se supo en la capital que el Rey había sido
detenido, insultado, .maltratado y despojado, y que
aun seguía prisionero en manos de rudos campesi–
nos, excitáronse grandemente los sentimientos rea–
listas de muchos. Rígidos anglicanos que algunas
horas antes empezaban
á
considerarse libres de toda
obligación para con Jacobo, sentían ahora escrúpulos
y
recelos. El Rey no había abandonado su Reino; no
habia consumado su abdicación. Si de nuevo asumia
la autoridad·real, ¡,podían ellos, según sus principios,
negarle la obediencia? Ilustrados estadistas preveían
con !.nquietud que todas las disputas que, por un mo–
mento, habían terminado con su fuga, renacerían con
mayor vehemencia
á
su regreso. Entre el pueblo llano
muchos que aun sufrían los efectos de recientes atro–
pellos, se mostraban llenos de compasión hacia un
gran Príncipe ultrajado por malhechores, y se lison–
jeaban con la esperanza, más honrosa para su buen
natural que para su discernimiento, de que el Rey se
arrepentiría de los errores que tan terri ble castigo
habían traído sobre su cabeza.
(l) Clarke,
Vida
de
Jacobo,
t.
u, 251,
Mem. orig.;
Carta publi–
cada por Tindal en su continuación de Rapín. Hállase este
cu–
rioso documento en los
MSS. de llartey,
6852.