REVOLUCION DE INGLATERRA.
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la capital. Halifax conoció que ya no sería posibl e lle–
. g ar
á
u n arreglo amistoso. Puede además sospecharse
que sentía la mortificación natural en todo hombre
famoso por su talento, que se encuentra engáñado
por una inteligencfa in comparablemente in fe rior á la
s uya, y la mortificación natural de un g ran maestro
.del ridícul o que se encuent ra colocado en ridícul a si–
t uación . 'u perspicacia y su resentimiento,
á
la véz,
le indujeron
á
abandonar Jos planes de reconciliación
que ha ta aquí había intentaC:.o, y á ponerse
ú
la ca–
l)eza de los que querían elevar á GuilleTmo al trono
de Inglaterra
(1).
Aun se conserva u n diario de lo sucedido en el Con -
. ejo de los Lores, durante la pre idencia de Halifax,
escri~o
de su puño y letra
(2)
o se omitió precau –
c ión alg una para impedir los robos
y
atropellos. Los
Pares no vacilaron en tomar sobre sí la responsabil i–
dad de maudar á los soldados hacer fueg·o sobre el
-populacho si de nuevo trataba de levantar e. J effrey¡:;
fué t raído
á
Whitehall é interrogado acerca del Gran
Sell o
y
los edictos de convocatoria del Parlamento. De
acuerdo con sus vehementes súplicas, se le envió de
n uevo
á
la Torre, ·por ser este el único sitio donde su
vida estaba seg·ura, y se retiró dando g racias y bendi–
ciendo
á
los que Je habían protegido encerrándole
e n una prisión. Un noble whig JJropuso ·que Oates
(1) Sabia Rereoby por una dama que no nombra, que el Rey no
tenia intención de retirarse hasta reci'l;lir carla de Halifax, el
cual se hallaba
á
la sazón en Hungerford . La carta, decía ln dr. ma,
anunció
á
S. M que de cont inuar aquí, su vida corría peligro.
'fodo esto es pura novela. El Rey. an tes que los Comisarios salie–
ran de Londres, babia dicho
á
Barill on que la embajada era mero
fi ngimiento, :nostrando la firme resolución de salir de Ingla terra.
Dedúcese claramente de la misma relació n de ll eresby que Hali-
fnx se consideró juguete de u na intriga vergonzosa.
'
(2)
MSS. rle tlarley,
255.