REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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miarinero cualquiera de Newcastle,
y
el rostro esta)Ja
.ennegrecido por el carbón; pero no había medio de
-confundir la salvaje mirada
y
la feroz boca de Jef-
-freys. El
pr~tamista
dió la voz de alarma. En un mo-
mento la ca a se vió rodeada de centenares de indi–
viduos que blandían g·arrotes , y llovían míi.ldicione '
.sobre el Canciller. Una compañía de milicianos salvó
Ja vida al fug·itivo, el cual
fué
ll evado á presencia del
Lord Mayor. Era éste hombre sencillo, que había pa–
s do toda su vida en la oscuridad
y
que estaba aterro–
rizado al encontrarse ahora de actor importante en una
g ran revolució n. Los acontecimientos de las últimas
veinticuatro ho ra
y
la critica situación por que atra–
ve aba la r.iudad colocada bajo su cu todi a, habían
trastornado su mente
y
afectado su salud. Cua ndo el
_gran señor, cuyo ceño pocos días an tes hacía tem–
blará todo el Reino , f'ué traído
á
la sala de justi cia,
ennegrecido por el carbón, medio muertó de espanto
y
seguido de una multitud furi o a, la ag·itación del in–
feliz Magistrado llegó
á
su colmo . Cayó o.l suC'.!o , ví c–
t ima.
de un accidente,
y
fu é
llevado al lecho, de donde
110
volvió
á
levantar e. En tanto, la multitud reunida
~ n
la calle hacía e cada vez más numerosa
y
por mo–
m entos crecia en furia. J effreys solicitó ser enviado
á
una pri ión, para lo cual se alcanzó una orden de los
Lores reunidos en vVhiteh all , siendo conducido
á
la
Torre en un carruaj e. Dos regimie ntos de milicia re–
<:ibieron orden de escoltarle,
y
con g ran trabajo pu–
dieron dar cumpli mien to á la orden recibi da. Vié–
ron e r epetida veces obligados
á
formar como para
rechazar una carg a de caballerí a , presentando
á
la
multitud una selva de picas. El populacho, que veia
frustrado sus planes de venganza, sig·uió el coche,
lanzando aullido de rabia, blandiendo g arrotes
y
en -
rñando cordeles al .prisionero ha ta la puerta de la