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LORD MACAULAY.
habían suplicado de rodillas que no les ordenase vio–
lar las leyes de Dios y del país. Su modesta petición
había sido tratada de libelo sedicioso.
e les había
reprendido, amenazado; fueron. reducidos
á
prisión,
sometidos
á
un proceso, y con dificultad se habían
librado de total ruina. Entonce ya la nación, vien–
do que el derecho era conculcado por la fuerza y que
aun las súplicas se
~onsideraban
como un crimen ,
pensó en probar la suerte de la armas. Llegó
á
noti–
cia del opresor que se acercaba un libertador arma–
do, el cual serla recibido con entusiasmo por wh igs y
toríes, disidentes
y
anglicanos. Todo, e11tonces, cam–
bió súbitamente. Aquel Gobierno que babia pagado
con persecuciones
y
de pojos, continuados y leales
servicio ; aquel Gobierno que había re pondido con
injurias é in ultos
á
poderosas razones
y
conmovedo–
ras súplicas, se hizo de pronto extraord inariamente
magnánimo. Diariamente anunciaba ahora la
Gaceta
la corrección de algún abuso. Era, pues, evidente que
no se podía confiar en la equidad.:ni en la humanidad ,
ni en la palabra empeñada del Rey, y que ólo gober–
naría bien mientras estuviese sometido al fuerte te–
mor de la resistencia. Sus súbditos no estaban, pues,
dispuestos, en modo .alguno,
á
devolverl e una con–
fianza de que había abusado, ó
á
librarl e del temor
que le había obligado
á
lle-var
á
cabo lo
únic~s
actos
de buen gobierno de todo su reinado. Era cada día
mayor Ja impaciencia por la llegada de los Holande–
ses. El pueblo llano maldecía
y
reneg·aba de lo vien–
t os que, por este tiempo, soplaban ob tinadamente .
del Oeste,
y
que juntamente impendlan la salida· de
la armada del Príncipe,
y
traían nuevos regimientos
irlandese de Dublln
á
Chester. El ti empo, decíase,
era papista. Le. multitud se reunía en Cbeapside
á
cont13mplar la veleta del airoso campanario de Bo-w