REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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manos de personas que reunieran las condiciones
debidas, que se ·revocasen cuantos actos se habian
hecho valiéndose de la prerrogativa de dispensa, que
se anul ase la Comisión eclesiástica, que se remediasen
los daños hechos á Magdalena College y que se res–
taurasen las antiguas franquicias de las corporacio–
nes municipales. Indicó también, de manera muy in–
teligible, que había un acontecimiento de gTandísima
importancia que afianzaría por completo el trono y
calmaria la revuelta nación.
j
S. M. quería estudiar
nuevamente los puntos discutidos entre las Iglesias
de Roma é Inglatcra, tal vez por el agrado con que Ja
Divinidad vería los argumentos que deseaban los
Obispos expbner, convendría en que debía reconci–
liarse con la Iglesia ang·Jicana, abrazando la religión
de su padre y de su abuelo. Hasta aquí, añadió San–
croft, había hab_lado
á
nombre de todos sus hermanos,
pero quedaba un punto sobre el cual no se había
aeonsejado con ellos
y
que su deber le ordenaba in–
dicar. Era, además, el único eclesiástico que ·podía
tocar aquel punto sin que nadie sospechase que el
interés dictaba sus palabras. Tres años hacia que la
Sede Metropolitana de York estaba vacante. El Arzo–
bispo suplicaba ·al Rey proveerla inmedirtaJ1ente en
un piadqso
y
sabio teólogo, añadiendo que sin dificul–
tad podria encontrar, entre los que entonces se halla–
ban en la Real presencia, quien reuniese tales conili–
ciones. El Rey consiguió dominarse, en términos de
dar gracias por tan inapreciable consejo, y prometió
considerar debidamente cuanto había oído
(1).
De la
prerrogativa de dispensa no estaba dispuesto
á
ceder
ni en una coma. Ninguna persona de las que no re-
(1)
illSS.
(le
Tanner;
Burnet,
r,
784. Me parece que Burnet ha
coi:.fundido esta audiencia con otra que se efectuó algunas sema·
nas después.
·