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REVOLUCIÓN DE 1NGLA1'ERRA.

249

continuamente el temor de que un nuevo capricho del

tirano les despojase de sus beneficios. dejándoles sin

un pedazo de pan. Que los P.artidarios de la Ig·lesia an–

glicana hubieran olvidado de tal modo la doctrina que

había sido su principal orgullo, que se pusiesen al lado

de los que hacian altiva resistencia, parecía eu verdad

cosa increíble. Pero ¡,podía su opresor esperar hallar

entre ellos aquel espíritu que en la generación prece -

dente había triunfado de los ejércitos de Essex y Wa–

ller·, y había cedido tau sólo después de una lucha

desesperada ante el g·enio y energía de Cromwell?

.

.

!

XXXV.

INTENTA RECONCILIARSE CON SUS SÚBDITOS.

El tiran.o se sintió lleno de temor. Cesó de repetir

que las concesiones habían sido siempre causa de la

ruina de los Príncipes, y confesó lleno de pesar que

tendría que rebajarse y hacer de nuevo la corte á los

tories

(1).

Puede muy bien creerse que en esta ocasión

Halifax fué

inv~tado

á volver al.Gobierno y que él se

negó á aceptar. El papel de mediador entre el trono

y la nación era, siñ duda alg·una, el má.s adecuado á

sus condiciones

y

el que más ambicionaba. Ignórase

la causa que hizo fracasar la neg·ociación, pero es

probable·que la cuestión de la prerrogativa de Dis–

pensa fuera la principal dificultad. Su hostilidad

á

aquella prerrog·ativa había motivado su caída tres

(1)

Adda, set.

28

(1Jct. 8).

1698,

Describes!! en este ó.espacho con

vivos colores el temor de Jaco bo

á

una d.efecc1ón universal de

ána

iúbditos.

·