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LORD MACAULAY.
llares de caballos habían perecido. Todo pensamiento
de un desembarco en Inglaterra debía, pues, abando–
narse, al
meno~
en el presente año. Esto era una lec–
ción para el país. Mientras J aco\:)o cousideraba inmi-
11ente Ja invasión y la revuelta, había dado orden de
reparar los daños causados
á
aquellos
á
quienes había
despojado ileg·almente; mas no bien se creyó seguro ,
aqÚell
as órdenes fueronrevocadas. Esta imputación,
creída
generalmente.enaquel tiempo, y repetida des–
de entonces por escritores que debían estar bien in–
formados , carecía de fundamento. Es indudable que
la desgracia de la flota holandesa no pudo ser conoci–
da en Westminster, por 11ingún medio de comunica–
ción, hasta alguna
s horasdespués que el Obispo de
Winche ter recibió
orJ.en de salir d
e Oxford.Et
Rey,
sin embargo, no tenía por qué estar quejoso.de la sos–
pecha del pueblo. Si algunas veces, sin e-¡¡:aminar de-
•tenldamente Jos testimonios, atribuyeron
á
u pérfida
política lo que era en realidad efecto de Ja casualidad
ó negligencia,
fa
culpa la tenía el Rey. Que hombre,
acostumbrados
á
faltará su palab1·a inspiren descon–
fianza, precisamente cuando pieu an cumplirla, e.
parte de su justo y natw·al castigo (l). Es realment
notable que en la ocasión presente incurrie"se Jacobo
en una acusación inmerecida, tau sólo
á
cau a de su
vehemencia por vindicarse de otra acusación ig·ual–
mente inmerecida. El Obispo de Winchester fuera
llamado
á
toda pri a de Oxford para
·asis~ir
á
una re
unión extraordinaria del Consejo-privado, ó mejor di–
cho, una asamblea de notables qµe habí.a sido convo–
cada en Wbitehall. En esta sesión solemne tomaron
asiento al lado de los Consejeros privados todos lo.
(l} Pueden verse todas las pruebas 1·especto
á
este punto en la
edi1;i6n
~e
Howell de las
Cat,sas
de Estado.