232
LORD MACAULAY.
detenerle sólo servía á hacerle correr con mayor afán
á
la destrucción. Cuando su trono estaba Reguro,
cuando . el pueblo se mostraba sumiso , cuando el
más obsequioso Parlamento se apresuraba á antici–
parse
á
todos sus deseos razonables, cuando reinos y
repµblicas extranjeras le
cortejab~n
á porfia, cuando
estaba en su mano ser árbitro de la Cristiandad, había
rloblado la cerviz y se había hecho esclavo é instru–
mento de Francia. Y ahora, cuando con una serie de
crímenes y locuras habíá
c~nseguido
enajenarse la
amistad de su3 vecinos, de sus súbditos, de sus solda–
dos, de sus miirinos, de sus hijos, no quedándole otro
refugio que la protección de Francia; dominado por
un acceso de orgullo, determinó reivindicar su inde–
pendencia. Aquella ayuda que sin necesidad había
aceptado, vertiendo ig nominioso llanto, ahora que la
era indispensable,
fu é
rechazada con el mayor despre –
cio. Habla sido abyecto cuando las circunstancias le
permitían mostrarse qeloso de su dig·nidad, y se mostró
ingratamente altivo cuando la altivez no podía valer–
le más que irrisión
y
ruina. Tomó á ofe11sa la amistosa
. intervención que hubiera podido salvarl e. ¿Habíase
t ratado jamás así á ningún Rey't ¿Era él un niño ó un
idiota para que otros tuviesen que pensar por él'/ ¿Era
un principillo, un Cardenal Fustenburg· que irremi–
.siblementc caéría, de no contar con el apoyo de un pa–
trón poderoso'/ ;,Había de tolerar el ver e rebajado en
la estimación de toda Europa por un ostentoso patl'o–
nazgo que nunca había ·solicitado? Skelton f°'é lla·
mado á dar cuenta de su conducta,
y
no bien llegó
á
Londres, reducido á prisión y enviado á la Torre.
·Oitters fué bien recibido en WhitehaU, y obtuvo una
larga audiencia; podía con mayor sinceridad de la
,que en tales ocasiones suelen los diplomáticos juzgar
.necesaria, protestar, por parte de los Estados Genera-