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LORD MACAULAY.

el reinado de Jorge II, no hubo en nuestra patria un

gran pintor, y ya ocupaba el trono Jorge III antes

de que pudiera estar orgullosa de ninguno de sus es-·

cultores.

Tiempo es ya de que esta descripción de la Inglate–

rra que gobernó Carlos ·II toque á su fin. Sin embargo,

aun queda un asunto importantí simo cie que no hemos

hablado. Nada se ha dicho aún de la g ran masa del

pueblo, de los que manejan el arado y uncen los bue–

yes, de los que trabajabail en los telares d'.} Norwich

y

labraban la piedra de Portland para

S.an

Pablo. Y

á

la

verdad muy poco puede decirse. La clase más nume–

rosa es precisamente aquella de quien tenemos menos

noticias. En aquellos tiempos aun no había filántropos

que mirasen como un deber sagTado el hacer públi–

cas las angustias del labrador, ni demagogos que hi–

cieran de esto ocupación lucrativa. La historia ten ía

bastante que hacer en las cortes y en los . campa–

mentos para consagrai· una sola línea á la choza del

campesino ó á la buhardilla del obrero. Puede afirmar–

se que con g ran frecuencia nuestra prensa en ·solo

un dia trata y discute más acerca de la condición

del jornalero, que en todo lo publicado en los

vein~i­

ocho arios transcurridos entre la Restauración y la Re–

volución. Pero sería gran error deducir del aumento

de las quejas que la miseria de la clase trabajadora es

hoy mayor que en aquel tiempo.