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LORD MACAULAY.
der la austera belleza del pórtico de Atenas y la me–
lancólica sublimidad de las g·óticas arcadas; pero nin–
g·ún hombre nacido aquende los Alpes ha imitado
con tanto éxito la regia magnificencia de las iglesias
de Italia; ni aun el soberbio Luis XIV ha dejado á
la posteridad nada que pueda compararse con San
Pablo de Londres. Por otra parte, á fines del reinado
de Carlos II no existía un solo pintor ó escultor cuyo
nombre se recuerde hoy. Esta esterilidad es en parte
misteriosa, porque ni los pintores ni los escultores
eran entonces mirados con desprecio, y menos aún
mal retribuídos. Su posición social era·, por lo menos,
tan elevada como al presente, y en cuanto á lo que
ganaban, teniendo en cuenta la riqueza de la nación
y
la remuneración que obtenían otras clases de tra–
bajo intelectual, se hallaban mucho mejor que en la
actualidad. Y no á otra cosa que al magnífico patro ·
nazgo que obtenían los artistas se debía el que acu–
diesen en multitud á nuestra patria. Lely, á quien de–
bemos el conocer las frágiles bellezas celebradas por
Hamilton, con sus voluptuosos rizos, sus labios son–
rosados,
y
sus lánguido ojos, era natural de Westpha–
Jia. Murió en
1680,
después de una larga vida pasada
en la opulencia, de haber recibido el honor de la
caball ería y de haber reunido una buena fortuna de–
bida sólo á su trabajo. Su hermosa colección de
dibujos y cuadros fué exhibida, con real permiso, en
el salón de banquetes de Whitehall, después de su
muerte. y vendida en remate por la casi increíble
suma de veintiseis mil libras esterlinas, cantidad que,
proporcionalmente á la fortuna de los ricos de la épo–
ca, pasa de cien mil libras en nuestro tie1npo
(1).
A
(1) Walpole's:
,\nscdoteJ o( P ainting. London Ga.:stte
de 31 de
may1J de 1683. NorLl1's:
Li(c o( G"ildford.