REYOLU IÓN DE INGLATEllRA.
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de la inducción, en el g rado de suprema excelencia
y
de armonía perfecta que e admira en I aac Ne\v–
ton, merced á lo cual,
si
el espíritu del siglo en que
vivió fué parte
á
ilirigirlo por recto camino, él á su ez
influyó en el espíritu de su siglo con fuerza décuple.
En 1685 ya era grande su fama, con hallarse al des–
puntar; pero su ingenio habia ll egado al meridiano , y
su obra inmensa, la obra que realizó una revolución
en los más importante ramo de la filo ofía natural,
estaba ya concluída, si no publicada, y acababa pre –
cisamente en aquel punto de someterse
á
la 'ociedacl
Real parn u examen.
L.
ESTADO DE LAS BELLA'
AR.TEo es muy fácil explicar por qué la nación que
tanto aventajaba
á
sus vecinos en la ciencias habia
quedado más atrasada que todos en las at·tes. Y in
embargo, asi sucedia. Cierto que en la arquitectura,
arte que casi es ciencia, y en que solo un ge6metra
puede sobresalir; donde la belleza está siempre subor–
dinada directa ó indirectamente
á
la utilidad, y cuyas
creaciones deben parte siquiera de su majestad á la
g randeza y magnitud de la mole, nuestro país podí a
enorgullecerse con un verdadero genio en la persona.
de Cristóbal Wren. El incendio <tue redujo á Lon–
dres á un montón de ruinas, dióle ocasión, sin prece–
dente en la moderna historia, de desplegar sus facul–
tades. Como la mayor parte de sus contemporáneos,
· era incapaz no ya de emular, sino tal vez de compren-
TOMO ll
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