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LORD MACAULAY.
dado alguno en Inglaterra en el cual no sonriera des–
deñosamente el juez de paz cuando llevaban ante su
autoridad embaucadoras acusadas de volar á caballo
en mangos de escoba, ó de ba.cer mal de ojo.
Pero donde alcanzó el ingenio británico triunfos
memorables y dignos de loa fué, sin duda, en los ra–
mos más arduos y nobles de la
cienci~,
en los cuales
la inducción hubo de asociarse
á
la demostración ma–
temática para contribuir al descubrimiento de la ver–
dad. John Wallis asentó sobre nuevas bases todo el
sistema de la estática, y Edmundo Halley hizo inves–
tigaciones acerca de las propiedades de la atmósfera,
de las causas del flujo y reflujo del mar, de las leyes
del magnetismo,
y
de la marcha de los planetas; y
ni las fatigas, ni los peligros, ni el destierro, fueron
parte
á
distraerlo de sus estudios científicos. Y en
tanto que trazaba en la isla de Santa Elena la carta
de las constelaciones del emisferio meridional, se
construia el obsérvatorio de Greenwich, y el pri–
mer astrónomo de S.M.; John Flamsteed, comenzaba
esa prolongada serie de observaciones que no se
mencionan nunca en ningún punto del globo sin
g ratitud y respeto juntamente. Empero la gloria de
tan claros varones queda eclipsada con el brillo in–
comparabl e del inmortal
' ewton, en cuyo espíritu se
asociaban, cual nunca estuvieron antes ni han estado
después, dos maneras de facultades intelectualés que
rara vez se hallan reunidas en alto grado y que son
ambas, sin embargo, necesarias de igual modo al es–
tudio de las ciencias físicas en su mayor grado. Por
que si han podido existir inteligencias tan felizmente
organizadas como la suya para las ciencias matemá–
ticas, é inteligencias tan felizmente organizadas para
~as
ciencias experimentales, nunca coexistieron en
ningún hombre con el poder de la demostración, el