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LORD MAOAULAY.
al partido de la Corte, prestándole mucllos
y
buenos
servicios,
y
Dryden más que otros, pues como su -
Absalón
y
A1·cltitofel,
la sátira modelo de los tiempos
modernos, después de haber sido admiración de la
capital, se hizo popular con extraordinaria rapidez
hasta en los distritos rurales situado.s á mayor dis–
tancia de Londres, con ella causó estrago terrible á
los exclusionistas
y
reanimó el espíritu de los
todes.
Pero no porque sea imposible sustraernos á la natural
admiración que causan en el ánimo la belleza de la
frase
y
del metro, hemos de prescindir.ó de olvidar la
gran distancia que separa el bien del mal,
y
teniendo
esto en cuenta débese de llamar diabólico al espíritu
que animaba entonces á Dryden
y
á
otros varios de
sus colegas contra los
ivltigs,
en razóH
á
que los jueces
y
sl1erijs
de días tan aciagos,
á
pesar de su ciego
y
vergonzoso servilismo, eran impotentes
á
producir el
mal con tanta prontitud como pedían los poetas, que
no cesaban de clamar uno
y
otro ella por nuevas víc–
timas, haciendo burlas sangrientas
y
repugnantes
con la horca, profiriendo acerbas amenazas contra
cuantos, después de haber apoyado al Rey en la hora
del pe!ig·i:o, le suplicaban que fuera clemente y mise–
ricordioso con los enemig·os vencidos en la hora del
triunfo, y todo esto públicamente, desde las tablas
del teatro, y
par~
que no faltase nada
á
tanta infa–
mia, recitado por muj eres que,
d~spués
de haber
aprendido á depoJ?.er el pudor, enseñaban
á
deponer
la compasión (1).
(1) Si alguno de mis lectores halla sobrado duras estas pala–
liras, lea el
Epilogo del Duque de Gt.isa,
de Dryden,
y
advierta
que lo recitaba una mujer.