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1

í9 -

gu ientes, reunidas por JiméneY. de la Es¡;ada

(158)

en las que se habla de

i

sias

habilculas.

CicY.a de León, el veraz historiador del Perú, reliet·e los datos siguientes :

Noticia muy grande se tiene entre los bárbaros moradores de los ,·allcs que

están entre los arenales confin an tes a la mar austral, que IH\)' muy grandes islas

pobladas de gentes ricas

y

abastadas de nwchos metales de oro )' plata ,

y

bien

proveidas de arboledas frut ífcras

y

de otros muchos mantcnim.ienlos,

J

aun afir–

nwn que en grandes

pirrguas ó

canoas venían

ú

la tierra firm e

ú

sus contratacio–

nes trayendo gran cantidad de oro,

y

algunos cspafiolcs de nuestra nación dicen

que en Acari, que es un valle dcstos que digo, se vido un gran pedazo de una

dcstas canoas 6 piraguas, por donde se verifica ser verdad lo que aprcgona csln

'

!'ama (') (2:1,

2/¡:í).

En otra parle el mismo croni>ta confirma el hecho:

Algunos indios)' cristianos dicen que por

el

parnje de lfncnri, bien aden tro en

In mar

1

hay unas islas grandes)' ricas

1

de las cuales publica la !'ama que se

Lraia

JIIUcha suma de oro para contratar con los naturales desla costa.

Aiiade que, en I55o, época en que abandonó el Perú , la audiencia real

había encargado el descubri miento de estas islas al capitán Gómez de Salís

(23, /¡2G).

Efectivamente, Jiménez de la Espada ha publicado una carla de este des–

cubridOJ·, dirigida al emperador, escrita en Lima, el16 de agosto de I55o,

qu.c

comienza así :

Muchos días ha que por mús sen ir a V.

~l.

me incliné

ú

ir á. descubrir

á

mi

costa ciertas islas de que se tiene nolicia

bay

en este mar del Sur

(1;8,

3g6).

El mismo sabio americanista ha encontrado también, en el Archivo de

.Indias, bajo el titulo de " Relaciones de las islas que llaman de Salomón,

que estún en el mar del Sur. Son las siguientes n, el interrogatorio de

110

indio de nómbre Chepa , de donde resulta que los indios, partiendo de los

pue~'los

de Arica e Uo, llegaban, al cabo de dos meses de navegación, a una

isla desierta, llamada Coatu, en la que había tres altas montarías con mu–

chos pújaros. Después, dejando esta isla a la izqu ierda, llegaban a la isla

Quen, cuyos numerosos habitantes obedecían a tres jefes llamados Quenti–

que, {.;quenique y Caman ique,

y,

por Gn, ele allí ganaban, en diez días, otra

isla mús grande llamada Acabana, gobemada por un jefe del mismo nom–

bre(')

(68,

3g3-3g5).

( 1 )

Este descubrimiento puede

relacionar~c

con el que relata.

el

padre Simón, al que me

he referido más arriba,

págian;.~

174.

(~)

Paso por

<.~lto

los detalles elnográlicos sin

v<.~lor l(U~

contiene csle interrogatorio.