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La relación de Sa rmiento de r:amboa da una indicación que me parece
de capi tal im portancia. Dice que los datos, que se poseían acerca ele aquellas
lejanas islas del Pacífico, provenían de los mercaderes.
Aún
cuando el texto
no es suficientemente explícito, parece que el cronista ha querido hablar de
mercaderes
01·iginnrios
de esas islas, inlcrprclaclón que estaría de acuerdo
con la tradici6n recogida por Cicza de León
y
\lonso de Fuentes, t¡uc he
recordado en las piiginas
'í9
y
r8o. Sea como fncra , el relato es preciso
acerca oc la natu raleza comercial de las relaciones que existían, en aquellas
épocas lejanas, entre Oceanía
y
el !'\nevo Mundo
y
los documentos que he
re1•isado parecen demostrar que se realizaban en ambos sentidos(').
Además, los hechos lingüísticos parecen demosttar que, si estas relaciones
se realizaban sobre todo con Ja Pol inesia, también se ex tendían hasta otras
regiones del mundo OceiÍrúco. En electo, si las palabras
/;umara
y
lo/;i
son
propiamente polinesias, en cambio la palabra
op
del ¡\\ ochika se acerca
mucho más a las formas mclancsias e indonesias que a las polinesias.
Gracias a estas relaciones, elementos culturales han podido pasar de un
continente a otro. A veces, los nombres que les designan se han trasmi tido
con ell os, como en el caso de la batata
y
del hacha ; otras veces, el ca mbio
ha podido hacerse sin prestación de la palabra . Un pueblo puede, en efecto,
recibir nn elemento cultural sin adoptar su nombre. Por ejemplo, casi nin–
gém pueblo europeo em plea una palabra tomada de una lengua americana
para designar la papa
y
m;1chas poblaciones indígenas, que utilizau el fusil ,
4
emplean, para dcsígnarlo, nombres sacados ele sus propias lenguas.
Entre las plantas que han pod ido extenderse por intermedio de los traG-
C)
A
m~nudo
se ha objetado a
c~ta lc~i"
c¡ue si los Polinesios hubieran llegado a .\mé–
ric:., no se hahría perdido, entre los indígenas de este continente,
el
recuerdo de sus cm–
harcacioncs,
y
que cnlrc ellos dc!Jcría1t haberse encontrado supcn•i,·cncins sea de la canoa
doble, sea de la p·iragua con balancín..\hora bien, atiadcn, nada recuerda en el \ucvo
.\lundo esos prccio.:;o¡; medios de na, cgación. El hecho
e~
exacto por lo que rcspcct<.t a la
piragua con balancín. En cuan lo a la canoa doble, el asunto es diferente, como lo ha es–
tablecido Fricdcrici
(Id , 20).
Eu la
co~ta
del Pacífico de _\ mérica central, los indígenas
~abían
unir dos canoas para resistir con más eficacia
el
mar agitado
(5lt.
r:t década, li–
bro~.
capít.
111, 266;
17,
lY,
t r5). Lo
mismo sucedía entre ciertas tribus de la costa
noroeste
(
113
bi.~.
JS),
cutre los indígcuas de los archipiél.-gos de la
Florid<:~
meridio–
nal
(.~ft,
365) J
del \ ucatárl
(7G
bi,~,
11,
/¡{¡6)-
E$
111U)'
probable que los e!<paJiolcs se ins–
¡)iraron en
e~to~
ejemplos cuando unieron sus barcos, c::;pccialmente para el lramporlc de
las caballcdas
(ílg.
3),
:mn
cuando Ü\'icdo les atribuye el mérito
del
descubrimient.o
(35,
(¡Ü(j;
17,
Lr,
r5o;
f.JO,111 ,235, 23!)-:!111 ,
:.~/¡5-2!1G,
25I,25:l, pi.
IT ,
fig.
:z).
Una
tradición,
recogida por Pelilol entre los Dcnc PicJe--¡-Jc-Licbre, hace igualmente alusión a la pira–
gua doh!c
(Jlla-zlti-I.:W-Jtclw),
aunque en la actualidad esos indios no hacen uso de.: ella
(92,
()(
1,
nota
1 ;
9:1,
r3r ).lbltexlo de esta leyenda ha sido publicado también por Pelito\.,
en lengua india
(fJI¡, 120).
La traducción literal, c¡ue
~e
encuentra frente al texto indígeJJa,
no parece completamente de acuerdo eon la traducción libre dada anteriormente por el au–
tor: (( A\•ec des pirog11Cs
Joublc~,
les
mO:.ue~
visitaienl leur<: lllelsll de"ienlici ((un homme
en canot des cordcs allachail, les filets
~ur
on dcmemait u.]