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r85-

La relación de Sa rmiento de r:amboa da una indicación que me parece

de capi tal im portancia. Dice que los datos, que se poseían acerca ele aquellas

lejanas islas del Pacífico, provenían de los mercaderes.

Aún

cuando el texto

no es suficientemente explícito, parece que el cronista ha querido hablar de

mercaderes

01·iginnrios

de esas islas, inlcrprclaclón que estaría de acuerdo

con la tradici6n recogida por Cicza de León

y

\lonso de Fuentes, t¡uc he

recordado en las piiginas

'í9

y

r8o. Sea como fncra , el relato es preciso

acerca oc la natu raleza comercial de las relaciones que existían, en aquellas

épocas lejanas, entre Oceanía

y

el !'\nevo Mundo

y

los documentos que he

re1•isado parecen demostrar que se realizaban en ambos sentidos(').

Además, los hechos lingüísticos parecen demosttar que, si estas relaciones

se realizaban sobre todo con Ja Pol inesia, también se ex tendían hasta otras

regiones del mundo OceiÍrúco. En electo, si las palabras

/;umara

y

lo/;i

son

propiamente polinesias, en cambio la palabra

op

del ¡\\ ochika se acerca

mucho más a las formas mclancsias e indonesias que a las polinesias.

Gracias a estas relaciones, elementos culturales han podido pasar de un

continente a otro. A veces, los nombres que les designan se han trasmi tido

con ell os, como en el caso de la batata

y

del hacha ; otras veces, el ca mbio

ha podido hacerse sin prestación de la palabra . Un pueblo puede, en efecto,

recibir nn elemento cultural sin adoptar su nombre. Por ejemplo, casi nin–

gém pueblo europeo em plea una palabra tomada de una lengua americana

para designar la papa

y

m;1chas poblaciones indígenas, que utilizau el fusil ,

4

emplean, para dcsígnarlo, nombres sacados ele sus propias lenguas.

Entre las plantas que han pod ido extenderse por intermedio de los traG-

C)

A

m~nudo

se ha objetado a

c~ta lc~i"

c¡ue si los Polinesios hubieran llegado a .\mé–

ric:., no se hahría perdido, entre los indígenas de este continente,

el

recuerdo de sus cm–

harcacioncs,

y

que cnlrc ellos dc!Jcría1t haberse encontrado supcn•i,·cncins sea de la canoa

doble, sea de la p·iragua con balancín..\hora bien, atiadcn, nada recuerda en el \ucvo

.\lundo esos prccio.:;o¡; medios de na, cgación. El hecho

e~

exacto por lo que rcspcct<.t a la

piragua con balancín. En cuan lo a la canoa doble, el asunto es diferente, como lo ha es–

tablecido Fricdcrici

(Id , 20).

Eu la

co~ta

del Pacífico de _\ mérica central, los indígenas

~abían

unir dos canoas para resistir con más eficacia

el

mar agitado

(5lt.

r:t década, li–

bro~.

capít.

111, 266;

17,

lY,

t r5). Lo

mismo sucedía entre ciertas tribus de la costa

noroeste

(

113

bi.~.

JS),

cutre los indígcuas de los archipiél.-gos de la

Florid<:~

meridio–

nal

(.~ft,

365) J

del \ ucatárl

(7G

bi,~,

11,

/¡{¡6)-

E$

111U)'

probable que los e!<paJiolcs se ins–

¡)iraron en

e~to~

ejemplos cuando unieron sus barcos, c::;pccialmente para el lramporlc de

las caballcdas

(ílg.

3),

:mn

cuando Ü\'icdo les atribuye el mérito

del

descubrimient.o

(35,

(¡Ü(j;

17,

Lr,

r5o;

f.JO,

111 ,235, 23!)-:!111 ,

:.~/¡5-2!1G,

25I,25:l, pi.

IT ,

fig.

:z).

Una

tradición,

recogida por Pelilol entre los Dcnc PicJe--¡-Jc-Licbre, hace igualmente alusión a la pira–

gua doh!c

(Jlla-zlti-I.:W-Jtclw),

aunque en la actualidad esos indios no hacen uso de.: ella

(92,

()(

1,

nota

1 ;

9:1,

r3r ).lbltexlo de esta leyenda ha sido publicado también por Pelito\.,

en lengua india

(fJI¡, 120).

La traducción literal, c¡ue

~e

encuentra frente al texto indígeJJa,

no parece completamente de acuerdo eon la traducción libre dada anteriormente por el au–

tor: (( A\•ec des pirog11Cs

Joublc~,

les

mO:.ue~

visitaienl leur<: lllelsll de"ienlici ((un homme

en canot des cordcs allachail, les filets

~ur

on dcmemait u.]