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.Y
su presencia no ha sido selialada en ninguna parle sobre la vertiente
Atli•nlica. Tocio prueba, entonces, que su im portación ·era •·ecienle
y
que no
había leuicfo tiempo de extenderse dentro de su nuevo habilal
(!t2,
11 5- • rg ;
43).
Ademús, el origen oceánico de esta palmera ha quedado defin itiva–
mente demostrado pór el reciente descubrimi ento de sus restos en terrenos
piiocenos o pre-pliocenos de Nueva-Zelandia (
1-1).
En cuanto a la balala, la cuestión es más compleja. Botúnicos igualmente
rmincntcs se han pronunciado en favor de su origen, ya americano,
ya
oceá–
ni co. Meparece que los datos lingüísticos apoyan más bien esta última opi–
nión. En efecto, mientras que
kumara
es francamenle pan-polinesio
y
bpa
pan-oceánico, estas palabras se encuentran en América en domlnios muy
limilados. Esto nos conduce necesariamenle a pensar en una importación
de la Oceanía a América.
e
Puede inferi rse de aquí que la planta misma sea orig"inaria de
Oceanía ~
Yo no osaría ciertamente afirmarlo, pero esta hipólesis me parece probable.
En cuanlo al calabacero, por el contrario, ningún dato etnográfico o lin–
güístico permi te, por el momento, emi tir una opini ón cualquiera sobre su
origen.
Es muy probable que muchos otros hechos podrían encontrar una expli–
cación en las relaciones comerciales, cuya existencia creo haber demostra–
do, entre el Nuevo Mundo
y
Oceanía.
er<\ (•li l realizar un invenlario completo de ellos, de manem a poder ha–
cer, entre los múltiples elementos cullurnles
de
origen oceúni co que se en–
cuentran C'n América, una diferenciación precisa entre los que provienen de
una primi tiva comu nidad de civil ización y aquellos que ' ·evelan simple–
menle una importación.
R I BLIOGHAFÍt~
l .
Acos·a
Jos~::••u
nE,
llisloria uaturol
r
moral de
las f11dias,
i\'ladrid, J8gt
1, 2
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