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<r1,1itaron por ''cncimirnlo )' concierto que entre
ellos
uvo.
Estos dieron
gran no–
licia de las muchas )'slns que auian vislo por esla mar del Sur
(lt9,
IV, 568-
l)Gg)
Lo mismo que Montesinos, Guliérrez de San la Clara habla de
la
presen–
cia de estos gigantes sobre la costa peruana , pero, segtÍn él, no habrían sido
m6s que dos :
Dizcn agora cslos J'mlios del pueblo de Chimo,
y
lo oyeron
de
los an ligos
y
passados, que cstuuicron gran tiempo dos gigantes dcslos con vn gran
scfi.orcu–
raca deslr
valle, los qualcs
biuicron con
el
ciertos años. Y que dcspucs
el
mismo
seiior los
hizo
matar porque com ian cnlrnmbos dr vna asscntada mucho rnns
que veynte yndios,
y
porqure rnn muy sobcrnios
y
fo llones
(lt9,
lY,
5¡3).
!\o es dudoso que todas esLas leyendas han sido in Oneneiadas por el des–
cubrimiento de restos oseos prehistóricos de gran lama fí o, que se han con–
fundido con huesos humanos hasta época bastante reciente
('119,
!,
I58-
J6o); pero, no es menos cierto que reposan sobre un fondo de veracidact, es
decir, el recuerdo de hombres Yenidos de occidente. Por
ot.raparLe, se han
conserYaclo cierto número
de tradiciones de apariencia menos legendaria.
Cavell o Balboa ha recogido ele los indios da'Los baslanle detallados sobre
la in,asión de Chi le poi· piratas venidos de las Indias orienlalcs, los 'ía)' res
(9, 26G-26¡, 267), )' Gutiérrez de Sanla Clara seiíala en estos L6rminos la
pres~ncia
de dos negros oceánicos en la costa del Perli :
En el JHH·blo de
~uarcta ~e
hallaron dos negros finos, csclnuos del sctior Tho–
rcca: que sci'íalaron nucr Yen ido alli
en
balsas
de
hazia el ponicnlc por esta mar
del
~ur,
c¡uc
oy
clia
sr
llarna
la
~ucua
Guinea
('t9,
IV,
:)¡3).
Gracias a estas llegadas, aisladas o en masa, las poblaciones maríLimas dC'
las costas de Améri·ca, adquirieron
el
conoci miento de ticnas situadas mul'
lejos hacia el oeste. ll e aqní lo que ha escrito Velasco con respecto a eslas
tradiciones :
E-ran. . \Jn comunes
y
circunstanciadas en las coslas de Guayaquil, )fanta
)'
Cara, que examinándolas, los primeros conquistadores de esas pro,'incias, las vir–
ron vcrillcadas con sus ojos. Decían uniformes todos esos indinnos, que habín
.,grandísimas ticrrns,
é
innumerables islas en Lodos esos mares: que sus an tepasa–
dos habían venido por allí ; )' que desde la costa habínn navegndo tambien
ú
csln~
distnntes tierras, pasando siempre de unas islas
ú
ot.rns. Daban la seiíal de que
siguiendo siempre el
H
camino del sol », estaban las primeras de rsas islas
[1
una
distancia·corno de cirn leguas, donde solían hacer las provisiones anualrs de las
carnes
secas
de lorlugas
(i'/9. 1,
I53).
Parece que no puede haber duda acerca de la identiGcación de eslas
pri–
mera.< islas
ele r¡ue habla Velasco. Se trata, según !odas las apariencias, de