El latín, el ruso, para citar dos casos ex–
tremos, carecen de artículos. Bastará, pues,
recordar que estos dos idiomas
-y
muchas
otras lenguas, ya vivas, ya muertas-, no
lo tienen tampoco; y que ellas, y con ellas
el Aymara, son lenguas de flexión; en el
empleo de los
casos,
para el sustantivo, el
adJetivo, el pronombre, la declinación des–
empeña con perfección el papel del artícu–
lo. No trepidamos en afirmar que, entre el
castellano -lengua con artículo
y
sin
flexión en la declinación-,
y
el griego
-lengua que combina armoniosamente am–
bos elementos gramaticales-, la primacía
absoluta y la mayor perfección, se quedan
con el segundo.
Todas las partes de la oración exigibles
en un idioma perfecto, desde el sustantivo
hasta la interjección,
existen
en el Aymara.
Todos los casos de la declinación, desde el
nominativo hasta el ablativo, existen en él;
no hay una wla forma verbal ni matiz psi–
cológico de la expr·esión humana, que no
existan en esta lengua magnífica.
Lo extraordinario es que, conociendo a
veces a la perfección el
uso
de este idioma,
sus flexiones, sus infl.exiones, sus casos
y
formas, los aymaristas del pasado
y
del
presente -con escasas excepciones-, no
se hayan da·do cuenta de la función de las
desinencias del sustantivo, del adjetivo sus–
tantiva4o
y
d-el verbo.
Así, exactamente como en el latín, como
en las lenguas semíticas, como en el ruso,
y
parcialmente como en el alemán o el grie–
go, las desinencias aplicadas a la radical
de un sustantivo cumplen la función reque–
rida en la oración, dando a la lengua una
rara calidad sintética que no tienen mu–
chas lenguas modernas
y
sabias. Tenemos
así, por ejemplo:
Sinf{ular
Plural
Nominativo
Uta
(radical. distinta de
la raíz:
U
t) :
la casa
Uta-naca
Genitivo . .
utá-ta
Uta-nacáta
El Aymara no tiene
desinencias
mascu–
linas, femeninas o neutras: tal como acon–
tec·e con los adjetivos latinos de tercera de–
clinación con una única terminación (p.
ejem.:
audax),
la desinencia aymara del
sustantivo o del adjetivo sustantivado es la
misma para los tres géneros. Añadimos
que, tal como en la lengua inglesa, el adje–
tivo calificativo, no se declina: colocado
siempre delante del sustantivo, es emplea–
do al estado de radical, siendo declinado
sólo el nombre:
Hayá marcanacáta hút-ta;
vienes de lejanas tierras.
Como sucede en el
alemán~
en Aymara,
con excepción del imperativo, -el verbo en
todas sus demás formas se coloca al fin de
una oración principal o secundaria.
El verbo aymara tiene características in–
teresantes: una única conjugación, bien que
existan cinco diferent-es terminaciones del
infinitivo presente: en
-áña
(mankk'áña,
comer),
en
-éña
(
tok-éña,
regañar, injuriar),
en
-íña
(
ikíña,
dormir),
en
-óña
(
thokóña,
bailar)
,
en
-úña
(apsúña,
sacar)
.
El verbo
aymara tiene todos los
modos
del castella–
no
y
del griego; indicativo, subjuntivo,
optativo, imperativo, infinitivo; las voces ac–
tiva
y
pasiva; los tiempos pretérito, presen–
te y futuro, simples y compuestos. Al con–
trario de lo que algunos podrían pensar,
su prodigiosa flexibilidad
y
su riqueza le
permit-en, mediante el juego de desinencias
y
partículas perfectamente sistematizadas
y
reconocibles, incorporar formas 'verbales
desconocidas en las conjunciones europeas,
rígidas e invariables. En riqueza de estas
formas
y
d·e inflexiones, matices
y
acen–
tos, sólo el hebreo le supera, con sus 250
especies de "acentos psicológicos".
En ef·ecto, nadie, que sepamos, ha hecho
hincapié en la existencia de vocales breves
y
largas del Aymara, que permiten
no sólo actuar una palabra sobre
Dativo . . .
uta-táqui
Uta-nacatáqui
Acusativo •
uta; utá-ru
uta-n€ca; utanác' utanacáru
Vocativo . .
uta
uta-náca
la sílaba exacta, sino también co–
locar una serie d·e semiacentos
prosódicos en una misma pala–
bra, dándole un ritmo cadencioso
y
balanceado incomparable.
Ablativo • •
uta mpi; utá-na, etc.
uta-nacámpi; uta-nacána, etc.
(Nátese que en la declinación del plural, el nominativo con su desi–
nencia de plural
-naca-
se convierte en radical a la que se añaden
las demás desinencias según los casos).
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