lador (
llúnk'u),
al deEertor del hogar (k'
í–
tha
),
al perezoso (
háira)
,
al que hace daño
(
ñánkjha)
al prójimo (
masi).
Ignoraba
que pudiesen haber ateos; nq sabía malde–
cir, pero profesaba que las lágrimas del
inocente oprimido recaerían sobre el mal–
vado (
hachjáña)
.
Sentía ternura por los niños (
lúlu, hisk'a-
iol't.
•
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Vocabulario aymara. Libro escrito por Francisco del·
Canto. Año 1612.
lála)
,
a quienes acariciaba (
munaráña)
y
mimaba (
ojjlláña),
y profesaba venera–
ción a los ancianos (
chuimáni),
especial–
mente a los progenitores (
lakk'aachachíla,
achachíla).
La risa (
láru),
la burla (
cusi–
paiáña),
el remedo (
iatjjapaiáña),
le eran
familiares.
Poseía el sentido de la jerarquía y res–
petaba a los superiores (
hilíri)
y del aca–
tamiento a sus dictados (
iyáusáña)
.
Pero
para empresas de conquista o defensa era
mal estratega: no conocía el servicio mili–
tar. Era una "nación en armas" que se "le–
vantaba" (
sartáña)
para la pelea, que no
podía ser sino cuerpo a cuerpo (
nuasíña)
.
En tiempo de paz, vivían los col1as, fe–
lices, abriendo la tierra
(phat'áña),
sem–
brando (
satáña),
regando los surcos' (
kar–
páña),
y temiendo las intemperies, el gra–
nizo, la helada, la nevada. Sus mujeres
sabían innúmeras artes domésticas: coser
( ch'ukúña),
remendar (
t'ejjéña),
cocinar
(
phaiáña)
,
arrullar (
chhujúña)
a los re-
65
cién nacidos (
asuuáua),
lavar (
t'ajjsáña),
hilar (
kapúña)
y tejer (
saúña).
¿Les fué conocida la institución del ma–
trimonio? Hagamos notar dos hechos. El
Aymara parece poseer los términos de "ma–
rido" y "mujer" (
chachájja, uarmíjja,
mi
"h
b "
. "
. ")
.
om r·e , mi muJer
, eqmvalentes del
ale
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"M
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"F
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man
ann
y
rau ; termmos que
La
Len~ua
de Adán. Famoso libro escrito por Emeterio
Villamil de Rada con referencia al aymara.
las lenguas latinas se resisten a usar, por
lo menos en cuanto al marido. Creemos
que, más antiguos que esos dos términos,
son los de "conocido" y "conocida" (ya
existentes en las lenguas semíticas) (Cf. el
pasaje del Evangelio: "¿Cómo sucederá ·
esto, si no
conozca
varón?" igual ¿si no
soy casada?) . No estamos lejos de atribuir
a los catequistas españoles la traslación de
los términos
"uñt'ata"
a la significación de
"concubinas".
Sea de ello lo que fuere, esperamos ha–
ber dado algunas ideas directas sobre la
mentalidad, usos, costumbres y sentimien–
tos del pueblo admirable que nos legó su
sonoro y viril idioma
1 •
1
Conexos con la materia examinada, aparecen dos
problemas
igualllll.)nte
importantes:
1
9
¿Cuál es el
estado de conservación del Aymara?
2~
¿Cumplió esta
lengua su ciclo evolutivo, o fué truncada por una especiP.
de cataclismo sociológico?
Al
primero
contestamos: En virtud de la ley de com·
pensación de fuerzas, un idioma escrito tiende más a
deformarse ---o alterarse- que uno no escrito. En la raza
aymara, impermeable a la conquista espiritual, encerrado
en un mutismo casi hierático, y que sólo ha podido