original y autóctona, o ha derivado de al–
gún otro idioma anterior, no
american~,
y
más universal? ¿Existen las pretendidas
relaciones de antecedente a consecuente
entre el aymara y el hebreo, o el súmero y
el caldeo (como pretende en un erudito
trabajo el lingüista peruano Pablo Patrón,
basado en vagas semejanzas) ?
Pensamos categóricamente que no. Más
aún. Afirmamos que, si se tuviera una ima–
ginación no deformada por todos los soni–
dos, "ruidos o impresiones de Ía cultura
moderna, se podría reconstituir el paisaje
andino mentalmente, con los ojos cerrados,
con sólo escuchar y hablar el idioma ayma–
ra; y que se puede ·comprender que
el
Aymara sea como es y no de otro modo,
con sólo contemplar el estupendo y bravío
paisaje altiplánico: a tal punto existe una
imponente compenetración entre
d
idioma
y el paisaje y el teatro telúrico en que
vivieron los hombres que hablaron esta ,
lengua ...
Si completo y perfecto es el Aymara en
su aspecto gramatical, también lo es, y de
modo estupendo, desd-e el punto de vista
psicológico. Las cinco sensaCÍt'nes prima–
rias tienen su expresión en él:
uñjáña
y
uñtáña
(ver y mirar) ;
mukhíña
(oler) ;
mallt'áña
(gustar);
ist'áña
(oír);
llamqt'–
áña
(tocar) ; las pasiones y estados del al–
ma; los conceptos trascendentes.
La raza colla, entr·egada a la lucha por
la existencia mediante el trabajo de la tie–
rra, pueblo no filósofo que por decreto de
su destino -el de vivir en un medio geo–
gráfico hostil y duro- no conoció el "ocio
f·ecundo", no tiene los conceptos metafísi–
cos que tuvieron los griegos;
(y
si tales
conceptos existen en las lenguas sabias mo–
dernas, es sólo gracias a las raíces griegas
y latinas), en cambio posee todos los tér–
minos que postula una existencia de tra–
bajo manual, agrícola, y los de la paz, de
una notable vida social, así como los de la
guerra. Es asimismo notable el vocabula–
rio aymara para la flora y la fauna, la oro–
grafía y la hidrografía, las artes y oficios
de su cultura, la anatomía humana y ani–
mal, la meteorología, el comercio y la arit–
mética, y la astronomía. Obligados a ser
breves, nos limitamos a enumerar estas
ideas, sin dar los ejemplos correspondien–
tes. Pero creemos haber demostrado que la
lengua aymara ha sido el medio de expre–
sión de una rica cultura, y que estuvo ple–
namente a la altura de ésta.
HACIA LA FORMACióN DE UN ALFABETO
RACIONAL Y CIENTíFICO D,E ESTA LENGUA
El problema del alfabeto aymara ha sido
el escollo contra el que se han estre liado
hasta ahora los mejores esfuerzos de los
cultores de esta lengua. Unos por carencia
de conocimientos general·es, otros por una
especie de ceguera que les obliga a re-
.
.
. .
.
guse por
pr<~JUICios,
a querer encaJar por
fuerza toda tentativa de alfabeto en moldes
europeos, especialmente el castellano; otros
confundiendo sonidos y transcribiéndolos
con desconocimiento absoluto de las reglas
universales, aceptadas en todos los medios
lingjiísticos cultos, d·e la transcripción de
los sonidos alfabéticos; escribiendo conso–
nantes dobles y hasta triples allí donde el
conocimiento de reglas elementales les ha–
bría salvado de cometer los crasos errores
que afligen nuestra bi-bliograf-ía-aymarística.
Si se tuviera en cuenta la clasificación
universal de los sonidos humanos a partir
de la soberana nomenclatura del sánscrito,
se harían menos errores, y se habría evita–
do infantiles extravíos. Asimismo, siguien–
do una senda extraviada análoga a aquella
en la cual se engolfó la pintoresca semán–
tica popular, ciertas sílabas castellanas,
por curiosa asociación de ideas, han sido
encajadas en los engendros de alfabeto ay–
mara que conocemos. Ahora bien, nada
justifica que ·en la escritura del aymara se
tenga que reproducir las formas peculiares
rlel castellano. Así, la
q
castellana no va
nunca sin estar seguida de la vocal
u;
pero
es en razón de su direda derivación del
latín. No hay, pues, justificación para que
62