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ante todo, que el Aymara

no es

un idioma

europeo, esperamos que los prejuicios des–

aparecerán.

Añadamos una nota de interés: todas las

palabras aymaras terminan en vocal,

pero

el idioma tiende irresistiblement·e tanto a

evitar todo choque de vocales (de vocal fi–

nal con vocal inicial de la palabra siguien–

te), como a impedir que las formas verba–

les

terminen

·en vocal. En ambos casos, la

vocal final desaparece, sufre

elisión.

Por

lo cual convendría figurar en la escritura

dichos casos de atrofia de vocales, con el

apóstrofo ('), como en griego, francés, etc.

Terminamos proponiendo, como &e ha–

brá visto, la resuelta supresión de la

w,

de

toda

h

no aspirada. Por lo visto anterior–

mente, se

adm~tirá

también que las sílabas

aymaras que tienen una mera analogía con

las castellanas

ce, ci,

deben desaparecer de

1a escritura del Aymara. Esas sílabas tie–

nen en castellano su razón de ser: su deri–

vación del latín, y hasta a veces de la

k

griega. La letra

e

no tiene razón de ser en

Aymara. Proponemos su reemplazo, para

el sonido gutural

k

común, por la

q.

Escri–

bir

qa,

(

qe), qi,

(

qo), qu

simplifica las

cosas, y así tendremos la serie de las

k

aymaras para la gama de las guturales

duras (Véase el cuadro anterior).

UN ESBOZO DE INTERPRETACióN DE LA SABI·

DURiA ANTIGUA DE LOS COLLAS POR IDIOMA

El título de este párrafÓ ·es una verda–

dera tentación para un estudio -hasta aho–

ra aún no intentado- que abarcaría las

páginas de un volumen. No renunciamos

al propósito de escribirlo próximamente.

El antiguo colla era un introvertido. Por

la naturaleza misma de su habitáculo hos–

til,

sus problemas -y sus expresiones

correlativas- eran interiores con mayor

intensidad y profusión que externos. Refle–

xivo, todo lo hacía girar en torno a su la–

bor, su familia, su casa y su yo. De ahí la

forma, genuinamente aymara, de todos sus

verbos transitivos:

son verbos reflexivos

(fenómeno que se repite en el habla

c~ste­

llana del pueblo: "me estoy trabajáhdo–

"

t )

me , e c..

Las virtudes y los defectos universalmen–

te conocidos, tienen sus equivalentes per–

fectos en Aymara; y la forma reflexiva de

sus verbos correspondientes

(k'arisíña,

hairasíña, munasíña,

etc.), demuestran cla–

ramente que, no teniendo tiempo el colla

para detenerse a crear los conceptos tras–

cendentes correspondientes -o no habien–

do evolucionado la cultura de ese pue–

blo lo suficiente para ingresar en su "eta–

pa filosófica"- se detuvo en el concepto

d·e acción personal.

Nos parecerá raro que, en el terreno mer–

cantil, haya conocido los términos especí–

ficos que denominan al oro y la plata, la

venta y la compxa (curiosa analogía con

el alemán: "Kauffen", "verkauffen":

alá–

ña, aljáña),

la numeración y el préstamo

( pr·estarse, y prestar). Detestaba al ava–

riento, al que dió nombres crueles, sar–

cásticos: "kol(l)kechúima", "mankk'athi–

uáta".

Los conceptos de

vida, muerte, enferme–

dad, sufrimiento

(bajo forma de verbo re–

flexivo),

alegría, odio, amor, compasión,

ayuda, enemistad,

existen en aymara. Pero

conc-eptos semíticos (como adoración, ora–

ción), cristianos (como honor, venganza,

solidaridad, caridad), no existieron en el

antiguo idioma colla.

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En los términos vinculados con el entra–

ñable concepto aymara de "hogar", hay

una rica variedad de palabras. ·Acciones

como "tener", "alojarse", "sentarse", tie–

nen ·en Aymara una relación casi esencial

con la idea de hogar. A la raíz de

casa

(uta)

van añadiépdose las partículas res–

pectivas:

UT

-

hitúa

(tengo) ;

UT

-

nokáña

(hospedarse,

UT- t'ásim

(siéntate,

imper.).

Creía en la vida del alma más allá de

la muerte, pero carecía de la idea de un

Dios personal. Con todo, el idioma aymara

posee los términos de

culpa, eternidad, ex–

piación

(húcha, uiñáia, kjhespiyáña).

Detestaba al ladrón (

lztntháta),

al adu-