ple su destino, con la naturalidad de que,
en ello, está el deber que no se rehuye.
La proceridad de La Paz, viene de lejos.
No es inexplicable, si recordamos que está
ubicada cerca de otra capital cuyas ruinas
nos . dicen que allí estuvo el centro motor
de una vieja cultura. La pasión por la li-
y por el obrar. Sus arquetipos fueron re–
presentados y prefigurados por los genia·
les artífices tiahuanacotas que, en sus es–
culturas, pusieron alas en los hombros de
sus
mallcus,
y alas junto a sus ojos bien
abiertos. Simbolizaron al hombre que se
vence a sí mismo y que sabe domar a la
Ruinas incaicas en una isla del lago Titicaca.
bertad del paceño, también viene de siglos
atrás. Y quien es apasionado por la liber–
tad es un idealista. Si no existiesen los
hombres en quienes la decisión de luchar
por ser libres no se prendiese como una luz,
los pueblos serían esclavizados sin remedio.
En esta pasión por la libertad debemos ver
también su contenido justiciero, vale de–
cir, quijotesco. Por eso no es extraño que
sus héroes, que murieron por la libertad,
no la vieron resplandecer ni en su agonía.
La Paz es, pues, ciudad de abolengo in–
dígena, por la sangre y por el paisaje. Los
poderes cósmicos de los
Antis
-nombre
aymara- y los horizontes infinitos de la
pampa, nos han conformado, espiritualmen–
te, a su imagen. Montañeses y altiplánicos,
los andinos, son obsedidos por la libertad
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naturaleza, en el
mallcu kunturi,
el cón–
dor guía y jefe, el ave más poderosa de la
creación. En esas figuras, incomprensibles
para la inteligencia occidental, está la
metáfora audaz y llena de sentido del
hombre que tiene que armonizar su dina–
mismo con el viento, que debe templar su
voluntad con las alas del espíritu, para no
ser vencido por el Ande y la pampa, y que
ve, en fin, la desnuda realidad de su mun–
do transparente con la agudeza del ave
tutelar. Y está figurado el hombre superior
-no el superhombre-, en el
Mallcu,
el
jefe; y en el
Khapa,
el diligente, presto a los
caudillajes constructivos. En los pétreos
relieves también está el sacerdote, que cala
en los misterios de su mundo y en los de
la vida, coniunción de místico y de realis-