naciones del Collasuyo. A Chuquiago le co–
rrespondió ser el foco de una conspiración
e insurrección contra Apumaita dirigida por
el inflexible Tintuyu. Este caudillo revolu–
cionario, un verdadero
Willca,
que así se
nombra en aymara a los jefes insurrectos,
opuso r-esistencia al general cuzqueño. Li-
ELSgSTO
Uturunco, uno de los caciques dentro de cuyas tierras
se fundó La Paz, según un dibujo de Guaman Poma
de Ayala.
bró, contra su ejército de trece mil hombres,
un sangriento combate en
]ichucollu
-uno
de los cerros de esta cuenca-, siendo ven–
cido.
Los
chuquiagos
venían revelándose, ya
entonces, como los más obstinados defen–
sores de su autonomía. Llegaron a aceptar
el
tránsito de las tropas incaicas rumbo al
sur como una condición de que se respetase
su libertad. Negociaron, pero no se some–
tieron.
Tal era su decisión por vivir obedecien–
do sólo a sus propios designios que no to–
leraban que ni aun otras naciones aymaras
intentasen humillarles. Rechazaron, victo–
riosos, un asedio de los
Umasuyus,
arroján–
dolos hasta su distrito.
Pueblo que se formó gracias a sus pro–
pios esfuerzos, pueblo con tradición heroi-
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ca, debió ser motivo de serias preocupacio–
nes para los gobernantes del Cuzco. En la
rebelión de Useawillca contra el Inca Yu–
panqui, sus lugartenientes Yanawillca
y
To–
jellowillca invadieron el Collasuyo. Llega–
ron hasta Chuquiago, cuyos habitantes, aún
conociendo la tendencia divisionista de la
guerra civil, no se avinieron a someterse a
los jefes rebeldes. Es posible que la inten–
ción de éstos fuera imponer la leva de com–
batientes contra el poder legítimo, pero ello
significaba someterse a decisiones extrañas
y no la consintieron. Arrollados en la re–
sistencia que opusieron, el pueblo fué in–
cendiado y destruído por el furor de los
jefes cuzqueños despechados. En su marcha
punitiva para reducir a los rebeldes, el In–
ca Yupanqui llegó hasta Chuquiago.
Las crónicas de la
marca
durante el In–
canato señalan otra rebelión contra los avan–
ces imperialistas del Cuzco. Fué
Mallcu
el
líder indígena de la resistencia, nacido en
el pueblo
y
a quien bien puede señalársele
como a un libertador. Los
chuquiagos,
en
esta verdadera revolución, no sólo depusie–
ron a las autoridades que representaban al
Inca, sino que les dieron muerte. Se alista–
ron después en las tropas de
Kari,
el jefe
supremo de los eolias. Esta revolución de
vastos alcances, ya que comprendía una zo–
na extensa del Collasuyo, terminó con la
derrota de
Kari,
que fué hecho prisionero.
P·ero tuvo repercusiones favorables, pues,
se celebró un tratado -el de Chucuito–
que acordó un trato más liberal a los co-
llasuyus.
·
Todos estos hechos, que pertenecen a la
protohistoria de la
marca
chuquiaguina,
nos demuestran cómo el habitante de esta
cuenca tuvo, desde tiempos inmemoriales,
un acusado s·entido de la libertad. Rebeldes,
osados contra los invasores, celosos de su
independencia, bravíos en la lucha, sabían
que todo intento de subyugarlos, toda ofen–
sa, debía lavarse con sangre. El colla de es–
te pueblo tiene la psicología del montañés·.
Es concentrado, cauto, inflexible en sus de–
cisiones. De él nacieron Mallcus, Willcas,