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c1on proporcionada, que no puede darse

ningún caso de crecimi·ento anormal. Pocas

organizaciones se acercan más a las insu–

perables leyes de regularidad de la Natu–

raleza. Tienen, por ello, un acentuado apego

tradicional, de respeto y de reconocimiento

a la autoridad del grupo humano de donde

Una reconstrucción imaginaria del templo de la Luna,

según Valentín Adriázola.

proceden los ulteriores desenvolvimientos,

a medida que crece la población.

Los clanes agrícolas, pecuarios o mixtos,

con definitivo asentamiento, gracias a las

condiciones del territorio

y

del clima, y

manteniendo siempre su modalidad coope–

rativa, se transforman, bajo el imperativo

de nuevas necesidades de ordenamiento so–

cial y político, en comunidades de aldea o

marcas.

La

marca

es el pueblo que, posible–

mente, creció en torno al

ayllu

jefe que ini–

ció la construcción de sus viviendas en sitios

mejor favorecidos. El

ayllu-pueblo,

fuera

de los vínculos familiares y de cooperación,

da lugar a nuevos motivos de sociabilidad: .

los que nacen de la vecindad. La casa

(uta

en aymara), solitaria y aislada antes, es

rodeada de otras; evoluciona en nuevas for–

mas, 'tales como el

uyu,

o caserón de vecin–

dad que alberga a personas de actividad

común, de acuerdo a una división del tra–

bajo que impone las necesidades del pue–

blo. A medida que la

marca

crece y se desa–

rrollan las actividades que . bien pueden

llamarse comerciales -intercambio de pro–

ductos-, aparecen los

tampus

o posadas

para los viajeros. Los

uyus

o recintos cer-

cados para el trueque o comercio, son ver–

daderos mercados, precursores de la plaza

pública.

Cada

marca

ej-erció influencia sobre zo–

nas extensas de territorio, que fueron los

suyus

o distritos. La confederación de

su–

yus

o la incorporación de otros a uno de

~

t .

'

Región donde existen los llamados "chullpares".

mayor significado, por contener una o más

marcas

preponderantes, habría determina–

do la formación de naciones, con un fuerte

sentido regional o del paisaje. Y, en la

coronación de un vasto proceso de acusado

cariz político, encontramos el estado de

tipo imperial, cuyo centro de dominación

fué Tiahuanacu.

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De alguna forma social orgánica, de

ciertas virtudes para el trabajo, de un de–

terminado impulso creador y de la influen–

cia recíproca entre el "paisaje"

y

el hom–

bre, se nutren las culturas. Y, por haber

logrado dar vida al

ayllu,

con ese su poder

germinativo en lo social, es que el aymara

primitivo -primitivo en cuanto al orden

temporal-, contribuyó, decisivamente, a la

formación de un extenso imperio pr·eincaico.

En su medio geográfico, allí donde inició

su marcha evolutiva, estuvo el foco civi–

lizador y cultural, donde convergieron, en

un tráfico admirable, productos, influen–

cias, aluviones humanos, para después ser

devueltos, tales acopios, en valores depura–

dos de cultura, del centro a la periferia.