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seríos, ranchos. Colinas solitarias, suaves

depresiones. Pozas que reverberan al sol.

Los cultivos rompen la uniformidad del

suelo. El eucalipto y el olivo silvestre de–

coran de un verde oscuro el paisaje. Las

manchas blancas del ganado ponen su nota

de candor. Suelo duro, pedregoso, donde

crece libremente la paja brava. La llama

es el botón estético en la yerma altiplani–

cie. El "allkamari" su blasón de

~ebeldía.

¿Que la criatura humana aparece ·micros–

cópica? Sí: naufraga en tamaña inmensi–

dad. Si consideramos la peripecia del mo–

rador respecto a su medio circundante, es

lo minúsculo moviéndose en lo colosal. Si

atendemos a la expresión aislada del pai–

saje, es la tierra como la vió el antiguo:

sólida, en medio del mundo, recogida con

su natural movimiento dentro de sí misma.

Esto es fuerte, rudo, sobrecogedor. El al–

tiplano es varonil. Tiene un torso fornido,

el más recio de Bolivia. Y cuando se cami–

na por estas

tierra~

altas, se

~iría

que avan–

zamos por encima de un gigante recogien–

do el murmullo de los milenios.

La meseta acerca las cosas, las renueva,

las agita en una luminosidad extraordina–

ria que las torna más accesibles al enten–

dimiento. ¿De dónde viene esa claridad

lúcida que se apodera d·e la inteligencia

frente al paisaje andino? ¿Por qué esta

apertura de los sentidos? Dijérase que la

luz luce más intensa, el cielo más profundo,

el aire más transparente. Todo perfil se

hace vibrante, toda masa verdadera. El cen–

telleo de los neveros lejanos se esparce por

la hondura del ámbito telúrico. Ahóndase

la hermandad de suelo y hombre. Y el

homb1.1e como el suelo se purifican hajo esta

campana de cristal que azulan las distan–

cias.

Quien no se acercó intensivamente al es–

cenario gigantesco, jamás comprenderá la

íntima verdad de las "punas". ¿Por qué el

indio nos parece un contrasentido en la

ciudad, y en la planicie devi·ene connatural

con su ambiente? Ser indio es, precisamen–

te, entender la tierra. Por eso los andinos,

aunque no lo seamos todos de sangre, lo

somos todos de espíritu y de estilo. Y esta–

mos anclados en la tierra como el árbol en

el suelo que lo contiene. Y en ella fructi–

ficaremos o seremos

frustrado~,

porque el

hijo de su suelo, es el padre de su hado.

Altiplano: sapiente desnudez que vale

por el ropaje más brillante. Severa econo-

Huayna-Potosí y el Lago de Tuni (Mina "La Unión").

mía en la escultura cósmica. Geométrico

rigor en el humano mármol. Eternidad,

:fugacidad . . . Sentimos que un mismo dar–

do de luz traspasa nuestro pequeño cora–

zón y el corazón inmenso de la tierra bien–

aventurada.

LA HOYA

PACE~A

Si el altiplano es la morada geográfica

d-el montañés, La Paz es el núcleo semi–

liante que concentra y da sentido a la geur-

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Vista de Huayna-Potosí tomada de un avión -del L.A.R

rumbo a Tipuani-