ap10xima todo, al .punto que la colosal ju–
guetería parece al alcance de las manos. Un
corto movimiento. . . y se cree que la dies–
tra tocará la cerviz del cerro. La ilusión se
repite al echar la última mirada en el hoyo
formidable, antes de hundirnos en la vaste–
dad de la planicie: es como si el gran ca–
serío de techos rojos cupiera en el pequeño
¿Y cómo se toma contacto con el Ande?
Trabajo de años, porque tiempo y cos–
tumbre anudan suelo y poblado!". Cuanto
más antiguo el suelo, más largo el tiempo
que exige su comprensión. Un paisaje tiene
innumerables formas arquitectónicas y ma–
tices de expresión; jamás se agotan los án–
gulos de enfoque para una mente alerta;
Alrededores de La Paz. - - Camino de Las .Ánimas.
cuencc, de una mano . . . ¡Qué exótica es la
ciudad andina! -piensa
el
viajero-. Y
si la miró de noche, cuando millares de lu–
ces cabrillean en lo hondo, fingiendo una
mirífica bahía, el viajero siente una sensa–
ción de irrealidad, el sueño de un sueño
inesperado. La Paz es lo imprevisto.
¿Mas qué
~abe
el viajero d·el Ande atlé–
tico, genesíaco, trabajado a gran escala por
la naturaieza? No sabe nada. Esta cosa tre–
menda en que vivimos ... El viajero ha vis–
to únicamente lo apariencia! y decorativo
de las formas, absorto en la jugu·etería pro–
digiosa. Pero esa lámina .de vidrio que lo
separ~
del panorama, le impide comprender
la verdad íntima, la intrínseca hermosura
del paisaje. No tomó contacto con el Ande.
T. II.
49
por eso el mejor contemplador es el fiel
contemplador, el que mira siempre las mis–
mas cosas y siempr·e extrae de ellas nuevas
sugestiones. Entender un paisaje es captar
sus elementos dominantes, la cifra incógnita
que sólo se revela a la amorosa frecuenta–
ción visual; la que liga y señor·ea la inmensa
profusión del conjunto. ·
Esta callada grandeza, esta bravía sole–
dad, este hondo sopor milenario. . . Aquí
la naturaleza titánica, verá enano siempre
el esfuerzo del hombre. ¿Qué seduce con
mayor tiranía: el alto y puro. cielo, los mu–
ros montuosos, la variedad dispersa y fluc–
tltante de la tierra, el hechizo cromático?
Hay una disputa por la soberanía del pai–
saje: las espadas de la luz más fulgurantes,