gia andina: crear en la tierra, luchar con
ella transfonnándola, entenderla y trascen–
derla al rapto humano.
Imaginad una ciudad rarísima, frontera
de los hielos y
los
trópicos. Arriba un cir·
co de montañas. Abajo la hoya vertiginosa.
A poco andar d manto de agua del Titika–
ka. A cortas leguas los paños verdes de los
te inquieta, es la forma en movimiento.
Líneas bruscas, cortadas, angulosas, que
huyen de la sensual caricia de la curva,
precipitándose en un fiero combate d·e emi–
nencias. Altanería y fantasmagoría de la
tierra: el Ande. Cimas eminentísimas, va–
cíos espantables, planos escalonados en el
aire. Delirio de líneas y de masas que se
Vista de
La
Paz desde el monumento a Cristo en la ceja del Alto.
Yungas. Los arquitectos geológicos traba–
jaron con tal astucia, que no se alcanza el
embrollado plan de la fábrica telúrica: es
el reino del contrasentido, el orden mágico
dd desorden. La perfecta horizontalidad de
la meseta se contrapone al orden vertical
de la cordillera; y entre el muro montuoso
y
la mesa altiplánica hay una tal rique–
za de accidentes, que los ojos se pi·erden
en la variedad del panorama. Se agita la
materia en indecibles geometrías·: ondas,
picos, ángulos, cúpulas, rectas y quebradas.
Formas perpendicular·es, horizontales, obli–
cuas. Elevaciones y hendiduras. Terrazas,
quiebras, pirámides. Escarpas y pendientes.
Cantiles, promontorios. Repliegues, entran–
tes y salientes. La montaña, tr·cmendamen-
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desbordan unas sobre otras. La tempestad
petrificada.
La Paz, patria brusca y fuerte de los que
aman la aventura geográfica y las orologías
fabulosas. En ella puede leerse como en un
libro abierto, la clave del pasado geológi–
co: sus farellones y hendiduras hablan to–
davía de tormentas cosmogónicas. ¡Oh
grande y poderosa majestad, Jerusalén te–
lúrica, tus muros fantasmales gp.ardan la
historia del planeta
!
Desde la meseta, la ciudad ofrece la fina
delicia visual de un cuento de hadas: cas–
tillos de nieve, gozosas arboledas, casas y
calles que reptan por el monte. El aire en–
rarecido, delgadísimo, que apura los cora–
zones, hurta la perspectiva, lo define
y