La Convención Nacional de 1880.
Construíase un malecón en Challapam–
pa; las calles, removidas en varias cuadras,
eran niveladas
y
empedradas; renovábanse
las viejas rejas de madera del Prado. La
ciudad parecía en permanente edificación.
Cuadrillas de peones trasladábanse de uno
a otro lado, llenando las arterias con un
rumor continuado de palas
y
martillos. En
un sitio abríase una calle, en otro demo–
líanse centenarios muros para facilitar las
comunicaciones urbanas; piedra
y
cal iban
formando arquerías sobre los ríos.
La Convención del 80, eligió presidente
de la República al general Narciso Cam–
pero. Era todavía para el país descarnado,
el espoleo de la guerra; los campos de ha-
208