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mandante del batallón

Colorados:

Hilarión

Daza -ascendido ya a general-, ensober–

becido por Adolfo Ballivián y por el pro–

pio Frías, quien, hay que reconocerlo, esta–

ba sostenido por aquel batallón. El llano

no actuaba en este juego de intrigas y ape–

titos, limitado a sus tareas habituales, y los

talleres y las calles de La Paz mantenían

su cadencia de trabajo y rutina. A pasos

demasiados pausados, iba creciendo su ra–

dio urbano, modificándose sus edificios, em–

pedrándose las calles.

Llegó la noticia del motín: un batallón

se había insurreccionado en Cochabamba,

levantando el nombre de Quevedo, el ge–

neral a quien en otra oportunidad había

armado Chile. El mismo interesado fué a

disuadir a sus

admir~dores,

quienes, desilu–

sionados, se disgregaron. El 23 de diciem–

bre, otro batallón se pronunció en La Paz

por el mismo general. Esta v·ez no quiso ya

dejar pasar la coyuntura. Formó un Direc–

torio, cooperado por Corral. El gobierno

estaba moviéndose por los caminos del te–

rritorio nacional en la misión de combatir

o frenar motines. Los insurrectos de La Paz

sintiéronse dueños de la ciudad, la cual du–

rante "tres días sufrió los desenfrenos de la

soldadesca ebria y sanguinaria". Pero la

agilidad de Frías y de Daza restablecieron

el orden. Hacia el 18 de enero, habíase ven–

cido a los partidarios de Quevedo, en Cha–

coma, y se había fusilado al capitán Avilés.

Regresó el gobierno a La Paz, pero tuvo

que volver a ponerse en campaña, porque

el coronel Carrasco y Miguel Aguirre, amo-

. tinados, convocaban a la lucha. Durante

esta ausencia, reapareció en la ciudad la

facción quevedo-corralista y atacó el pala–

cio de gobierno, donde funcionaban los

cinco ministerios y otras reparticiones pú–

blicas como la comisaría de guerra, la ofi–

cina de límites y el tesoro nacional. Hállá–

bans·e en sus despachos los ministros

Baptista y Calvo, quienes resi'stieron la

arremetida, mientras un correo iba a de–

mandar refuerzos de Viacha. La briosa

agresión se prolongaba, y los defensores,

con elementos ofensivos muy limitados, esta–

ban dispuestos a no ceder. El palacio acabó

siendo un reducto inexpugnable, defendido

por lo más granado de la juventud paceña.

En la impotencia de rendirlo, los atacantes

lo incendiaron. Hacia el atardecer del 20

de marzo, la parte alta del edificio no era

sino una inmensa llamarada; adentro se

desmoronaban las paredes, crepitaban los

muebles y abrasaban ya a sus pocos defen–

sores. Cuando llegó el contingente pedido,

los motineros intentaron resistir pero fue–

ron abatidos. Los dos ministros y sus ami–

gos salieron a la plaza en medio de un in–

tenso tiroteo.

Estaba detenida la revuelta. Sin otras

preocupaciones que la cantidad de proble–

mas insolubles y la anarquía militar enhies–

ta todavía, desarrollábase el gobierno, cuyo

despacho, después del incendio del palacio,

había sido trasladado al palacio de

justi~

cia, en la calle

Ay~cucho.

De pronto, su

mejor colaborador, el brazo sustentador del

ord·en, se erigió en director de la Política

boliviana y "mandó echar de sus oficinas

al presidente y a sus ministros". Hilarión

Daza había sido señalado hasta entonces

como el futuro candidato presidencial. El

período constitucional terminaba, y no

quiso esperar. En un manifiesto a la nación

explicó las razones que le movieron a con–

vertirse de ministro de guerra en presiden–

te: debilidad oficial, cuestiones electorales,

postración económica. No faltaban buenas

razones para defender malas causas. Y so–

braban los asesores letrados.

Era un golpe militar, sin apoyo de opi–

nión y sin la emoción de multitudes. ·Vo–

luntad, nada más, de un general con mando

sobre una fraccióri. de fuerza. Sus primeros

actos fueron conciliadores, mediante un

de~

creto de amnistía. Valiéndose de la prensa

adicta, se presentó como un hombre mode–

rado, de ideas liberales; pero fuerte, como

para controlar el desorden. Cuando recibió

alguna colaboración de personajes

~onoci­

dos, apareció el dictador, y obró como tal.

La primera manifestación de resistencia a

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