Table of Contents Table of Contents
Previous Page  244 / 554 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 244 / 554 Next Page
Page Background

can la soberanía del Pueblo con las fuerzas

armadas que consumaron sin patriotismo

la ruina de la opulenta ciudad de Potosí,

por ambiciones mezquinas de predominio

y especulación".

Por último, le conminó a que se someta

y ofreció garantías para Melgarejo y sus

r

tentar la aventura de tomarlas una por una.

Peleábase de casa en casa, de calle en ca–

lle. El redoblado brío de las tropas de Mel–

garejo era respondido con el coraje inde–

clinable del pueblo. Los tejados, las ven–

tanas, las trincheras y lás barricadas eran

sitios d·e ofensa y defensa, y funcionaban

La huída del tir:mo. Copia de una caricatura de la época.

sostenedores. Las cartas estaban echadas.

Casimiro Corral interpretaba, verazmente,

la actitud popular de La Paz, donde había

una sola forma de salvarse: vencer.

No era la respuesta que Melgarejo espe–

raba. Había dominado varios pueblos. Pen–

saba repetir su hazaña en la ciudad. Des–

cendió con su ejército, dividido desde el

Cementerio en tr·es columnas. Pronto se

trabó la lucha definidora. Los indios que

habían sido despojados de sus comunida–

des, ayudaban al pueblo y merodeaban en

las altas cumbres. Uno de los grupos mel–

garejistas pudo avanzar hasta una de las

calles céntricas, pero un refuerzo de caba–

llería salvó la situación. Los sucesivos asal–

tos eran rechazados. En los extramuros ar–

dían casi ' todas las casas, desde las cuales

se defendía la ciudad; los atacantes debían

toda clase de armas: desde la escopeta hasta

los rezagados trabucos. Casimiro Corral

recorría las zonas amuralladas para trans–

mitir entusiasmo a los combatientes, que,

sin necesidad de ese acicate, poseían fe para

salvar al país, sus vidas y sus hogares.

A las 8 de la noche estaba todavía inde–

cisa la suerte de las armas. Melgarejo ex–

pectaba la pelea y recibía partes en la pla–

za de San Sebastián. Viendo el continuo

rechazo que sufrían sus fuerzas y avisado

por 'sus ordenanzas de las desventajas que

se iban presentando para tomar la ciudad,

el tirano supo vencida su causa. Montó a

caballo y emprendió la huida. La noticia

hizo el resto: los soldados, sin amo, -no te–

nían para qué luchar, aunque en ese mo–

mento estaban ya completamente derrota–

dos: numerosos grupos se habían entregado

198