bres de
Bolívar, Medio Bolívar
y
Escudo,
y el valor de 10, 5 y 2 bolivianos. El nom–
bre de "boliviano", en vez de "peso", se
emplea desde esa época.
El Congreso se reunió nuevamente y, por
ley de 28 de noviembre de 1872, proclamó
presidente a don Tomás Frías, quien exigió
que se convocara a elecciones presidencia–
les. Breve y honesto fué el período que le
correspondió. En su transcurso suscribióse
el protocolo Corral-Lindisay, destinado a
modificar, en parte, el tratado boliviano–
chileno que firmó Melgarejo bajo los dic–
tados de los intereses chilenos.
En La Paz se estableció, en base al de–
creto de 18 de diciembre, el Colegio Mili–
tar, bajo la dirección ,del señor
R.
du Bis–
son; se acordó que la facultad de medicina
quedara radicada en La Paz, suprimiéndose
las de Cochabamba y Sucre; señaláronse
fondos propios para la Municipalidad, ha–
biéndose destinado a la de La Paz 40.000
bolivianos "asignados sobre el derecho al–
cabalatorio que paga la coca".
A las elecciones presidenciales se presen–
taron tres candidatos: Adolfo Ballivián,
Casimiro Corral y el general Quintín Que–
vedo, que representaba la tendencia mel–
garejista. Ninguno obtuvo mayoría y fué el
congreso, en sesión de 7 de mayo, que acep–
tó la renuncia de Frías y eligió a Ballivián.
En este gobiern<;> de muchas intenciones
honradas, realmente 'se hizo poco. El paso
principal fué la alianza pactada con el Pe–
rú. El proyecto presidencial de conseguir
un empréstito de dos millones de libras es–
terlinas para tonificar la hacienda, conso–
lidar la deuda y atender la defensa nacio–
nal, se estrelló ante la frialdad y los recelos
de los parlamentarios.
Había un pulso uniforme, optimista, utó–
pico en las proyecciones del gobierno,
cuando se proponía realizar el progreso
nacional. Abundaron los discursos sobre
ferrocarriles, sin detener los vuelos de la
imaginación. No es indispensable subrayar
que nada se cumplía. Pensábase en una
línea férrea de La Paz a un punto del lago
Titicaca, como se ponía el fugaz entusiasmo
en una cantidad de cosas irrealizables por
falta de recursos. Pero esta costumbre ve–
nía, arrastrándose, desde lejos.
Desde el 31 de enero de 1874, Tomás
Frías asumió nuevamente la presidencia,
por enfermedad de Adolfo Ballivián, quien
falleció poc'? después, el 14 de febr·ero.
Este segundo , gobierno de Frías se dis–
tinguió por lo agitado y móvil. Bajo la Ins–
piración de Baptista, se firmó un nuevo
trll;tado de límites con Chile. No correspon–
de a estas páginas entrar ·en detalles. El
Banco Nacional trasladó su sede principal
a La Paz, después de haberla tenido, tran–
sitoriamente, en Cobija; el Cuartel de Ame–
tralladoras pasó a ser Colegio de Artes; el
servicio de serenos de La Paz fué reem–
plazado por el de rondines, era simple
cambio de nombres. El ejército no contaba
con manuales escritos: se convocó a un con–
curso de táctica y de servicio militar, ofre–
ciendo un premio de 5.000 bolivianos. Au–
torizóse a Daniel Núñéz del Prado para
implantar un instituto nacional de artesa–
nos, entregándosele para tal objeto el edi–
ficio del cuartel de San Francisco. Se desti–
nó 1.500 bolivianos para la escuela de me–
dicina, que necesitaba materiales.
Se
fundó
la Corporación de Carreteras de La Paz, que
se proponía construir y explotar un camino
al lago Titicaca.
Pero militares ni paisanos podían perma–
necer quietos. Frías, llevado por los hechos
al terreno de la pelea, tuvo que hacer frente
al renacimiento de la revuelta. De una par–
te, conspiraba el general Quevedo y de la
otra, el doctor Corral, ambos enemigos irre.–
conciliables. Recuérdese que Corral fué
Se~
cretario de Morales y Quevedo, lugarte–
niente de Melgarejo; entre los dos, abríase
un abismo. Sin embargo, sentados en una
conferencia realizada en La Paz aunaron
sus tendencias y ambiciones para actuar
como una fuerza contra la Constitución y el
gobierno. Un tercero en discordia, solapa–
do, escurridizo, obraba desde las esferas
oficiales, como ministro de la Guerra y co-
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