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ministros de Linares, Ruperto Fernández y

José María Achá, coaligados con el coman–

dante Manuel Antonio Sánchez, lo depu–

sieron. El pueblo no intervino en esta trai–

ción, pero respiró aliviado por la caída del

tirano civil que superó todas las preceden–

tes tiranías militares.

Los tres autores del golpe de Estado for–

maron el gobierno con el nombre de

Triun–

virato.

Dictaron amnistía general, llamaron

a elecciones y establecieron una efectiva

libertad. Cada uno, rival de los dos restan–

tes, oteaba la presidencia.

El 1

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de mayo, reunióse en La Paz la

Asambl~a

y entregó la presidencia .proviso–

ría al general Achá. Dictó en seguida una

amnistía general y se declaró constituyen–

te; dejó sin ef.ecto varias disposiciones de

la dictadura; aplaudió a los triunviros,

considerándolos merecedores del bien de la

patria y, después de dictar algunas leyes,

se clausuró.

SEI'IAL Y RUMBO: JUSTICIA POPULAR

Achá tenía dos enemigos. Uno, peligro–

so, y otro, sin mayor r·elieve: Fernández y

Sánchez. Fernández era ministro de gobier·

no, y conspiraba desde su escritorio, sin

dejar de perseguir al belcismo. El presi–

dente, en cambio, mostrábase partidario de

la fusión con ·esa fuerza. Esta lucha se re–

solverá, como todas las ambiciones, por

medio del motín, que los actores llamarán

"revolución".

Continuaban en La Paz los trabajos de

la catedral; y se subvencionó, tomando de

los productos de la finca municipal de Ma–

camaca, con 8.000 pesos al hospital de

mujeres y con 2.000 al de varones.

Belzu, de regreso de su periplo por Eu–

ropa, merodeaba en la frontera peruana.

Su partido se movía, después de la dura

experiencia sufrida con Linares, muy acti–

vamente. En el mes de febrero, en la ciudad

de La Paz, se creyó descubrir un . motín

belcista.

El Telégrafo

dijo que "habían si–

do detenidos

el

general Gonzalo Lanza, los

militares Palma y Saravia y

el

señor Cal–

derón". Achá, por su parte, para prevenir–

se de sorpresas, pidió al presidente perua–

no general Peze4 que aislara a Belzu. Y

Belzu fué a parar a Islay, donde permane–

ció custodiado durante mucho tiempo. Te–

míale el presidente Achá y prefería saberlo

lejos. Sin duda, no olvidaba qu·e, poco an–

tes de traicionarle, jurábale lealtad. Dies–

tro en esas dobleces,. acabó traicionando

también a Linares.

Antes de viajar al interior, Achá nom–

bró Comandante general de La Paz al co–

ronel Plácido Yáñ·ez, de cuyo enconado an–

tibelcismo poseía absoluta seguridad. En

el mismo instante de alejarse el mandata–

rio, había rumores de una sublevación en

favor del caudillo de las masas.

La

infor–

mación no era evidente. Cuando alguna vez

se planteó a Jorge Córdova, vuelto al país,

que se pusiera a la cabeza del .motín, re–

chazó la incitación. Pero el rumor sirvió

para desencadenar arrestos. Fueron condu–

cidos a los cuarteles, a la policía y al Lore–

to connotados partidarios de Belzu y, entre

ellos, el mismo Córdova. Las noticias vo–

laron hasta la sede del gobierno que era, al

decir oportuno de un historiador, el lomo

de un caballo. No tardó en llegar la orden

de estado de sitio en La Paz. Con ese res–

paldo continuóse la caza de belcistas, con

quienes se llenó las prisiones. Era el mo–

mento que Yáñez esperaba para cobrar ven–

ganza por ultrajes recibidos en otro tiem–

po. La noche del 23 de octubre, se oyeron

algunos disparos en la calle Comercio y en

la Plaza; fueron contestados desde las re–

giones donde se hallaban las tropas leales.

Había, pues, al par·ecer, un disturbio, una

conspiración en marcha, por medio del úni–

co recurso socorrido de las armas y el al–

boroto.

Yáñez apareció en las prisiones y orde–

nó personalmente el fusilamiento de los

presos. Jorge Córdova fué victimado en su

lecho, en el Loreto; otros belcistas, entre

ellos, Francisco de Paula Belzu, sacados a

la plaza, y en las proximidades del sitio

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