Isidro. La ciudad no había llegado hasta
allí, detenida en el alto de
Santa Bárbara
o en el
choro de Santa Bárbara.
Los choros
eran las cruces horizontales de los caminos,
las encrucijadas: Y habían el de
Churu-
ros, era un poco calle y un poco camino;
hasta la colina de
Santa Bárbara;
había
subido hasta la placita que ahora nomina–
mos
Riosinho
y descendido hasta la Alame–
da. Fuera de estos límites, y aun d·entro de
El libertador Simón Bolívar.
bamba,
el de
Coscochaca,
el de
Mejahahui–
ra,
el de
Wilquipata,
el de
Santa Bárbara,
el de
Chocata.
En ellos, los caminos y las
sendas y aun las mismas calles se entrela–
zaban.
En la topografía irregular, brusca, de la
ciudad, la edificación había avanzado has–
ta la
Calle Ancha
que, hacia los extramu-
ellos, erigíanse, casi desperdigadas en la
periferia, casas-quintas y chacarillas.
Calles sinuosas, repechadas, tal si con–
vocaran a la intrepidez. Parece que se hu–
biera buscado, para levantar la ciudad, el
terreno áspero junto al río vigilante y po–
blado de rumores, huyendo de la facilidad
muelle, de la planicie abrigada y baja, del
136
.