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en su casi totalidad, en La Paz. Había sido

una previsión de Sucre, a fin de que la

Asamblea Constituyente obrase libre de la

presión de un ejército victorioso. Esta pre–

sencia daba una nueva fisonomía a la ciu–

dad; eran tropas amigas, vencedoras, en

cierto modo ensoberbecidas, que habían

culminado su misión guerrera. Anterior–

mente, en los largos años de lucha, el ingre–

so y la salida de contingentes armados, era

un peligro, una amenaza, un castigo, una

extorsión.

El celo autonomista residía en la ener–

gía popular. Oficialmente se traducía en

los actos y deliberaciones del Cabildo. En

los primeros meses de 1825, tomaba cono··

cimiento de un empréstito de 30.000 p·esos

pedidos por el General en Jefe del Ejército

Unido para ser colocado entre los españo–

les y los americanos identificados con los

peninsular·es; nombrada una comisión com–

puesta por Manuel Ballivián y José Asca–

rrunz y los regidores Indalecio Sanjinés y

Manuel

Monj~

para formular

un~

lista de

la cual el Mariscal nombrará a los fúncio–

narios de la administración; acordaba tri–

butar honras fúnebres a los mártires de la

independencia, caídos en La Paz, a inicia–

tiva del General José Miguel García Lanza;

rendía exequias fúnebres a la memoria de

los caídos en la batalla de Ayacucho.

Si podría parecer sin interés la anterior

actuación, es justo mirar que es así cómo

se forma y desarrolla un pueblo, su}eto a

las incitaciones del momento. Salía de esos

límites el decreto que Sucre firmó el 11 de

marzo de 1825 creando, en La Paz, la Uni–

versidad "Independencia", en homenaje a

la conseguida para la América y .para el

país.

El proceso electoral que se efectuaba por

primera vez en el

país~

absorbía- la expec–

·tativa pública. Criollos y mestizos, en pri–

mer término, peninsular·es en segundo, se

interesaban · por la representación que de–

bía llevarse a la Asamblea Constituyente.

Más poderosa la voluntad popular, mani–

festábase con firme convicción. No era es-

peranza, deseo ni anhelo la formación de la

República, sino realidad cumplida. No im–

portaba que Bolívar se opusiese a la nueva

nación; ella ya existía desde julio de 1809

y comenzó a formar cuerpo en los fecundos

sacrificios, en las marchas y repliegues y

en la crispación desesperada de cada uno

de sus muertos.

El 31 de marzo, hízose la elección de

diputad~s

por La Paz,

co~fiándose

la mi–

sión de sostener la independencia a José

María Mendizábal -poco antes de .Ayacu–

cho, todavía monárquico-, José María de

Asín, Fermín de Aparicio, José Miguel

García Lanza, Fermín .Eyzaguirre, José Ba–

_llivián, Martín Cardón, Juan Manuel Ve–

larde, Francisco · María Pinedo, Indalecio

Calderón y Sanjinés, Rafael Monje y Euse–

bio Gutiérrez. El general Andrés Santa

Cruz, nombrado también diputado, no asu–

mió su investidura representativa, dando

pábulo a la creencia de que era contrario

a

la formación de la Repúblia.

Sucre no estuvo en La Paz .desde el 12

de marzo. Con fracciones de su ejército ha–

bía salido hacia el Sud para conocerlo

y

también para batir a la división del Gene–

ral Olañeta. No fué necesario acudir a una

batalla; los propios colaborador-es de aquel

absolutista testarudo, le vencieron en una

acción que no está definitivamente inves·

tigada.

El general Sucre tuvo por La Paz espe–

cial simpatía. Puede verse, ·entre muchos,

el siguiente oficio: "Ejército Libertador.-–

Cuartel General de Chuquisaca, a veil_!te

y

seis de marzo de mil ochocientos veinte y

cinco años. - A la muy Ilustr·e Municipa–

lidad de la Benemérita Ciudad de La

Paz. - Su Excelencia el Libertador estará

dentro de poco en esa ciudad. Yo deseo

presentarle todos los proyectos d-e útiles es–

tablecimientos en ese País, y los medios de

realizarlos; entre otros pienso que los más

importantes son la reforma de los colegios

bajo un plan d·e estudios que generalice los

conocimientos de todas las ciencias; la eje–

cución del Decreto que establece una Uni·

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