LOS CRONISTAS DEL PERU
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Pachaco tercer concia de Oropesa
y
de áoña María de
Figuero~
y
Toledo,
hija mayor de Gómez
Suárez
de riguer:oa,
s~p:qdo cond~
de Feria
y
des–
cendiente de los primeros
d~ques
de Alba, quienes contrajeron matrimonio
en 1508.
En
el mes de julio de 1515, en el condado de Oropesa, nació el futuro
Virrey del Perú, con la fatal circunstancia de morir su madre al darle a luz.
Don Roberto Levillier, el gran biógrafo de Toledo dice: ''Persiguió un futuro
tnexorable a don Frahcisco de Toledo desde la cuna hasta la tumba,
y
aún
más allá, volviendo patética su vida toda". Esta no es una mera imagen o
exageración literaria, vaga de sus infortunios. Es materialmente exacta. Era
una desgracia para él qlfe su nacimiento hubiese
caus~do
la muertEk de su ma–
dre; fué triste su transcurrir por ambos mundos sin amor de rtlujer o de hijos,
y
abrumó sus ú!Umos días el 'sentir que enemigos triunfantes ac¡umulaban
cargos contra su fama, habiendo sido el objetivo exquisito de su existencia
el tenerla pura". Es sobr13 este hombre, tan de su siglo, el XVI, que no co–
no::::ió mediocrif:!ades, sino f:IUe fué granqe en todo, en el bien
y
en el mal,
y
que hasta ahofa es tan apasionadamente discutido, que nos 'lAmas a ocupar
ahora.
La ·
vida de F,_elipe II ha apasionado tanto en Europa como la de su
Virrey Toledo en América. Estudiemos algq.
Pasada su "infancia en ·Oropesa, su padre le trasladó' a la imponente Cor–
te de Carlos V, donde fué paje primero de la Reyna d9ña Leonor hasta qu'Ef
ésta se casó con Francisco 1, en 1526, pasando luego a serlo ,de la Empera–
triz doña Isabel, recibiendo' así una sólida
y
' esmerada educación cortesana
y acompañando al Emperador más de un cuarto de siglo, vale pecir su
m~
'
,
cedad
y
juventud,
y
paseando por casi toda -Europa: Aleman'ia, Flandes', Ita-
lia, Francia, Austria, etc.
y
a~
en la Berbería Africana, cuando las batallas
de Túnez
y
Argel; unas veces en recepciones suntuosas, otras en
épi~as
y
clásicas campañas mílitares, otras
t~mbién
asistiendo o, escuchando Conci-
lios, Dietas, Juntas; unas entrando a saco a Roma, otras arrodillándose
y
con–
denando a los herejes en Trento. -Pudo .empaparse bien del pensamiento ideo–
lógico
y
de la complicada
pollti~a
que iba a decidir la suerte del Mundo en
la Europa de su época, en dondé el panorama tan grande
y
tan movido no ha
vuelto a repetirse más..
En
lo religioso, al lado de la
~aumenidad
del Papado
contra el luteranismo;
y
en lo polítiéo, luchando conl!a el maquiavelismo' de
Fran.cisco I que, aliado pel Papa, pacta- con los herejes alemanes
y
con los
turcos oto,manos que
am~azaban
la Europa meridional.
Veinticinco años al lado de Carlos V, el César más grande del Mundo,
era mucha escuela para Toledo.
En
la Corte de España esquchaba atónito. los
maravillosos relatos de las Indias Occidentales a Corteces
y
Pizarras y, más
tarde, las terribles guerras civiles que hicieroñ. rodar casi todas las cabezas
de los conquistadores
y
aún la del primer
V~ey
del Perú, contadas •por aquel
astuto
y
diligente clérigo don Pedro da la Gasea, el pacificador.
A los 20 años, y de manos del Emperador, había recibido, en 1535, el há–
bito de la Real
y
Militar Orden de Alcántara,
ll~ando
más tarde a ocupar los