/
•
LOS CRONISTAS DEL PERU
1
23
CAPITULO IV
VESTIGIOS HISTORICOS DE LA TRADICION INCANA
En
el Tawantinsuyo hubo tradición nacional, naturalmente con ciertos re–
paros. Así hemos distinguido ia tradición popular de la oficial. Quedan sos–
pechas que. hl.lbo tradición imparcial, veredicto justo de los hechos en amau-
' tas y k'ipucamayos; más probabilidad hay, dado el ·autocratismo incaico, que
esta tradición haya sido sólo oficial, ladeada al criterio y convenien<;ia políti–
ca del Inca
rein~te,
acalÍándose, para siempre quizás, .los hechos que criti–
caban los intereses del momento, los del vencido; ya sea particularmente, ya ·
del a.yllu o
dina~tía
imperante.
La existencia histórica de los k'ipucamayos está. demostrada por los re–
latos de los Cronistas. AqUellos fueion vistos
y-
oídos en persona, oficialmen-
'
te, en las investigaciones de los gobernantes
~principalmente
en tiempos del
licenciado Vaca de Castro
y,
más tarde, por don Francisco de Toledo,
Las
famosas Informacines de los Quip1,¡camayos, mandadas practicat dtl!'ante su
gobierno (1542 ó 43), que fueron descubiertas en 1892 por Jiménez de la Es–
pada. Perc desgraciadamente estas informaciones fueron fragmentarias e in–
conexas porque estos funcionarios reales incásioos habían sido casi extermi–
nados por los bárbaros y crueles generales de Atao Wallpa, en su toma y sa–
queo del Cusca, vencido el Inca Wascar. Kiskis y Chalkuchima, después
de cometer tropelías sin nombre. en 'la capital Imperial, después de pasar a
·cuchiH.o a c-asi toda la nobleza de los orejones en
pre~encia
de Wascar, para
que no quedase otra tradición sino la de su jefe Atao Wallpa, mató también
a los k'ipucamayojs y sólo pocos ..lograron escapar y se ha1laban diseminados
y amedrentados, hasta que el gobernador, Vaca de Castro los mandó reunir
y tomar de
~llos
información oficial. Sin embargo ojos y oídos españoles vie–
ron y oyeron la tradición
sa~ada
de manos y boca de
,es~os
funcionarios
del extinto T-a<Wailtinsuyo,
El Virrey don Francisco de Toledo mandó tambien tomar
ln1qrmación
Oficial
a los caciques de los lugares del tránsito, en su visita de Lima al Cus–
ca, y aunque ya no son los mismos K'ipuoaÍnayus, son los caciques o cura–
cas, señores
terri~oriales
que aun gobernaban
aeJ.osindios a la usanza incaica,
quienes se los dieron, pero valiéndose tanto de la tradición oral como de sus
dependientes kipucamayos provinciales, y aunque sea relativo el. valor de
estas informaciones, por la tendenciosa intención casuística imperante en la
época, cual era el de justificar la conqufsta, tienen el mérito de haber sido
tomados "in situ" y nos demuestra .que existía tradiclón ininterrumpida desde
la ·época de los Incas.
Esta misma tradición, ya de modo oficial; por furtc;ionarios
ad
hoc nombra–
dos por la Corona, ya de modo particular, principalmente por los frailes evan–
gelizadores, es tomada en diversas partes del Perú, por los llamados
ero-