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LOS CRONISTAS DEL PERU

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honor que hace desdeñar como inútil el .apego a la propia vida, mientras. el

amor consumía con su fuego hasta las frias cenizas de la muerte. El mundo

era una aventura elegante y romántica¡ esto es el Humanismo.

La

avalancha humanista

de

este siglo envu9

'l.ve

en su

to~ellino

hasta a

la religión, que se conviérte no ya en la superación del espíritu y en el des–

precio de la carne, ·sino en la aniliición de un Imperio político espiritual que

pretende arrojar al Corán a su último .refugio, que rompe los ídolos del paga–

nismo, y e nla propia Europa quiere quemar al úhimo h'jlreje de

Alem~nia

y atacar en su propio trqno al soberbio

~ey

de Inglaterra, haciendo pagar caro

también a Francisco I de Francia, su doblez con el moro y su disimulado favor

al hugonote;. la batalla de San Quintín le dá aliento, peFo la derrota, de la, Es–

cuadra Invencible le sume en la melancolía de-- lo imposible y va a morir

oyer:do el miserese qel monasterio del Escorial, bajo el "Pudridero", pero

con noble y serena actitud.

Y es España que, abarcándolo todo, entra también en la era de su gran–

deza, en su "Siglo de Oro", no 'tan scSlo de

S'\l

literatura,_sino de su política,

de su religión, de su costumbres, en una palabra de su propia cultura. Gran–

dez sus reyes, sus nobles,

~us sabi~s,

.sus filósofos, sus artistas, sus explo- .

radares y conquistadores, sus frailes, sus

sold~dos

y hasta el último de sus

mehdigos.

Floración: máxima del alma ibérica' que da un Cervantes, que

1

dará un idi_9ma el más rico y hará hablar después a 180 millones de hom-

bres; que da

ur,¡

Felipe II ezr cuyoe¡ estados Jamás se pone el. Sol; que con–

quista para, la cruz de Cristo a

todo'~n

mundo y que da un Pizarra que con–

quista un Imperio con rapidez alad,inesca si¡¡ tenel' más que un rasgt¡,ño

en~m~.

r

Bajo el punto de vista ,político también España jamás conoció tanta gran–

deza moral y material como en esta época que, con los Reyes Católicos, es–

iructUra la unidad de la península ibérica. Esto constitUye un ejemplo en la

.

'

formación de ¡as nacionalidades modernas, pues acaba la dG>¡;ninación del

moro con la toma de· Granada el ¡nismo año que descubría -el Continente

Nuevo), a la· vez que consolidaba la nación con un solo idioma y una sola

¿eligión, que

s~rvió

de base para su po<;l.erío interior y exterior. De esta ma–

nera, la época de Felipe II reune España y Portugal bajo un solo cetro; el

resto de Europa: los Países Bajos, el Franco .Condado, el Milanesado, las Dos

Sicilias, Toscana, Parma, y el resto de Italia; en el Asia, con las Filipinas,

Co–

romandel, Malabar, Malaca y las isla.s de las Ewecerías; ·y en América, desde

la Fforida y parte de las Luisiana, hasta

el

estrecho de Magallanes. Era el im–

perio más grande y prepotente.

En

el arte, mientras la Italia renacía con la

nueva concepción de la· estética greco-romana, en la Iberia llegaba a su exal–

tación máxima la mística cristiana, desde

lo~

ruerpos llagados de Ribera has–

ta los Cristos de

Mora.J.es,

las actitudes famélicas pero espirituales del Gre–

co, antítesis de las escenas voluptuosas de Corre<;Jgio, el..

Tici~no

y ' Tintoreto,

resumiendo su máxima expresión en el Monasterio del Escorial, alma del ar–

te español.