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JULIAN SANTISTEBAN OCHOA
las tierras del Plata; sin contar la legión de cronistas- que del Tawantinsuyo
y
Virreinato del Perú 'trataron
y
de los que nos ocuparemos en este trabajo.
Oportutio es citar aquí las frases del célebre etnólogo español, don Luis
Pericot
y
García, en su Historia de América: "Los españoles, llevados de im- ,
pulsos encontrados, generosos unos, egoístas otros, acuden en tropel a Amé–
rica,
y
no se limitan a un papel pasivo, de contE¡mplación podríamos decir
ante lo que la -audacia o la fortuna acababa de ofrecerles, sino que se lanzan
con ardor a la penetración
y
conquista d;el Continente y cada paso significa
para ellos nuevas sorpresas, nuevos hallazgos de pueblos
y
culturas, nue–
vos problemas que resolver, en suma. Todos los relatos de la conquista tie–
nen un valor etnol6gico; en todos ellos están citados por primera vez nom–
bres de pueblos
y
tribus indígenas, ideqtificados con los nombres modernos,
c;osa no siempre fácil, nos dan el mapa éttJ.ico de entonces
y
nos sugieren
los movimientos posteriores. Están además llenos de referencias a los usos
y
costumbres de lps indígenas, documento precioso para reconstruir su vida
antes del contacto con el europeo
y
fuente obligada para la etnología mo-
~
derna".
CAPIT.ULO VI
EL ESCENARIO DE LAS CRONICAS
Ya hemos visto el carácter geenral de la conquista, punto en donde co–
mienza. a escribirse a lo europeo la historia del Perú; resta mostrar el vlisto
campo donde se achia
y
del que se describe: el escenario donde se verifica
el choque de dos culturas y donsfe se pla,sma una nueva nacionalidad ante
la faz del mundo;
Si el Hirrialaya y el Gange·s hacen la India, el Nilo, el Egipto, el mar
Egeo, la Gracia,
la
meseta del Anahuaj, el Tenóchtitlan, la cordi1lera de los
Andes forma en América Austral el misterioso Tiawanaku y la admirable
c.i–
vilización del Tawantinsuyo. Desde las inaccesibles alturas coronadas de etei–
na
niev~
hasta los baiíos yungas de ubérrima vegetaaión descienden, en
<~-ra
dería admirable,
tie~a;,
pastos, sembrados, climas, uu' muestrario de fauna y
llora; desde el cóndor majestuoso, que sondea el espacio infinito y dqmina
las alturas, hasta el reptil que se arrastra por entre
c~lidos
peñascales o por
entre selvas enmarañadas; desde el puma que ruge en ·las mesetas y pajo–
nales hasta. el ·-sinnúmero de
insectos
que zumban a los oídos en las estivales
perennes de los bosques o a la vera de los caudalosos y majestuosos ríos, que
-perezosamente discurren 1'\acia ignotas
region~s,
mientras por el otro lado,
suavemente, la cordillera baja hasta los desérticos arenales de la costa baña–
dos por el mar.' He aquí cuatro regiones, como cuat;ro mundos diferentes:
costa, quebrada, altiplano y selva, como en gradería majestuosa ofrece el
paisaje peruano y que supo ser simbólicamente representado en un signo
desde los inmemoriales tiempos del Tiawanaco. Cuatro
ti~s
de hombres