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JULIAN SANTISTEBAN OCHOA
seria. Porque ellos tenían una alegre confianza en sí mismos .y un optimis–
ta mirar ·sobre-las cosas. .No supieron distinguir entre esta u otra vida: igno- .
raban de sanciones ultral.errenas; ni tenían, para ellos, sentido esas palabras
que son la pesadilla de nuestro siglo: ricos y pobres".
Al tratar del indio volvemos a nuestro mismo criterio histórico obje–
tivo con que nos referimos al español: rii ángeles . ni bestias, .simplemente
hombres,· producto telilrico del Ande, de su propia cultura americana que
no
~ospechó
sfci:4iera del occidente; tampoco podemos tratarlos dialéctica–
mente, como lo plantea el marxismo y como algunos se acomodan: tesis (lo
indio), antítesis (lo español), síntesis (lo mestizo); porque para que haya antí–
tesis es. necesario que éste sea lo
contrario,
y lo hispano no es contrario sino
diferente,
la fusión de ambos, es decir el· mestizaje peruano no es síntesis
sino <;ohesión. Lo interesante es investigar esta cohesión, para fo;rmar crite–
rio de lo que es actualmente la, realidad nacional.
Penetrando la psiquis indígena, desde dentro,
y
sUuándonos en el pun–
to de vista peruano y no
extran~ero
(que siempre es sospechoso), desde el
' escenario donde vivimos y palpamos al indio,
podr~mos
descubrir sus victos
y sus virtudes, lo humano de su existencia, sin las exageraciones que
pl~teó
el fraile Las Casas y las fantasías idílicas de los tendenciosos sajones, y· tam–
bién sin lo despectivo de los opresores blanoos, llamados gamonales. Si ana–
lizamos/ el saludo kechua "ama 1lulla, ama sua, ama keUa.", ("no seas mentira-
' so, ni
ladrón~
ni perezoso)') encontráremos que ·el indio tuvo y aún tiene es–
tos tres vicios metidos muy hondo· en su subconsciente. Cuanto arraigado
encontrarían los Incas en sus súbditos estos tres
denigant~s
vicios, que lea
obligaban a saludarse así.. A)ln
1
más, las
~nas
que impu¡ieroh para des–
arraigarles estas taras eran severísimas. Sin embargo, sabemos que no lo–
grardn su
intent~.
Superviven en su alma, en forma casi indestructible, tanto
más que él es por naturaleza eminentemente conservador, consecuencia de
su socialismo primitivo, enerp.igo de la innovación y del progreso que nece–
sita siempre el aporte individual. Lo individual ·había muerto én las masas.
sumidas de pleno en el estado que lo absorbía todo, hasta los actos más–
nimios, incluso el
co~er
y el vestir. Se conúa públicamente y sin variar el
menú. El tucuyricuj vigilaba. Se vestía según la edad y ·el sexo, no se
co–
nocía la moda ni la variación; era el reinado de lo monótono y lo geométri–
co. Pero el indib de ayer y de hoy nos admira con su constancia en la rea-
'
.
.
lización de sas actos, qué
le
hicieron verificaT grandes obras y monumentos,
incluso obrás artísticas de gra nvalor. Ello.s exploraron y · descubriéron mu–
chos secret¿s de la tierra, llegando a ser los hombres más agri_cultores del
mundo y qon técnica aún no desctf;rada, a tener una arquitectura que volve–
rá locos a los alarifes europeos, por su solidez, trabazón y majestad, y plas–
maron su espíritu en algo que parece eterno: la piedra, símbolo de su cons–
tancia, virtud que aun hoy poseen. También ·el indio de ayer
y
de hoy es
eminentemente pr&ctico, él no concibe. el idealismo, sino la razón práctica
en el obrar, fino instinto que contrapesa la iniciatiya propia; mirará al cielo
~