hermosos
í
variados, cuyo lazo
cayó sobre el muslo derecho;
Ó·
tros cubrieron sus espaldas con
riqu1s1mo manto
rojo con orlas
de un azul purísimo,
i
ctneron
su frente
con el 1\autu
en el
cual se erguían
dos bellas plu–
mas; i después de regalarles con
pequeños pakus, colocaron en su
cuello el konopa, i adornáronles
con riquísimos collares, brazale–
tes i otras alhajas
de oro i pe–
drerías .
Las ñustas cubrieron sus ca–
bezas con diademas de flores de!
kantut i de la chihua, flores ro–
jas i amarillas, entrelazadas con
la!; hojas de la uiñay huaina, se–
mejantes a las hojas
del lirio
i
eternamente verdes.
Pero se esmeraron en el to–
cado de llla !llapa, adornándole
entre gemidos, para la otra vi–
da . Así
lo
depo~i!.arían
en su
tumba, cuidando
de sus galas,
para que el Sol
lo recibiera ya
por Auki, su hijo predilecto .
1 a su alcance colocaron los
objetos de [U uso; las nuevas tú–
nicas i faja
preparadas para él,
í
obsequiadas
aquel
día;
los
manjares i bebida no
probada~.
en utensilios de oro, como co–
rrespondía
a1 valiente
vás~ago
de A'Uki Maita, el glorioso Ca–
pitán, hermano del Emp·erador .
Que la mue]'te - también
Ó·~bía ser eterna.
Por último como coronando
lé\ .ceremonia
del Huaraku, Apu
Maita les fue entregando a cada
cual sus armas, con las que jura–
ban defender
a Sapan
lnka i
extender los dominios del lmpe–
tio donue se adoraba
al
Sol.
~hgU1eron
los himnos i can·
ciones de
las
ñllstas i las akllas. •
El Sol doblaba ya su última
curva . Por un momento pareció
brillar con más intensidad sobre
los fastuosos vestidos del Monar–
ca i de su Corte, como desem:o
de comunicar les
una
vez más
toda su gloria, i luego
~-e
fue de–
bilitando, cual
si le contagiara
la melancolía
de Auki Maita i
su familia, para quienes el triun–
fo se había trocado en lírico pe–
~.ar,
conforme al querer de lnti,
para quien
las glorias
i zozo–
bras tienen un
va lor igual, tra–
tándose de su gloria eterna ... .
La
comitiva enfiló a Ko: ko,
en el mismo orden en que había
&a.lido de la imperial ciudad.
Los aukis
bajaban n .mba–
dos de
epopeya,
después de
las heróicas jornadas de un
cía
tan lleno
de inolvidables
inc~dentes.
-Nuestro
regreso
sería el
más feliz , si no
nos faltara Jlla
lllapa.- dijo Manku
a Kéhuar
Kusi, conmovido.
-¡Es
gran desgracia que ha–
ce
sangrar el corazón!,- exclamó
K.éhuar . -
Los valientes
como
ll!a lllapa,
hacen falta para
la
gloria del Sol.
La:; Ñustas CalJi Sapa, ba–
jaron
cantando,
adornadas las
cabezas con el bellísimo kantut
i la linda chjnuaihua .
-Manku! . . ... .
-¡Manku, vencedor! . ...
Gritaban con feJvor por to·
das partes .
1 todos recreaban ws ojos
en Manku, que,
por ser el pri–
mero de los Aukis, era también
/