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-75-

destacándose

el

simulacro de

guerra con todas

las

arma~

del

Imperio.

Demo(traron

su

completa

habilidad en el manejo del chu–

ki, la huaraka, la flecha,

i

la es–

tólica;

i

luego, armados de ma–

kanas

especiales,

simularon un

combate cuerpo a cuerpo, diriji–

dos por capitanes habilísimos .

La

lucha .se generalizó con

Ímpetu. Los príncipes enardeci–

dos, como

si se tratara

de' un

combate real, llegaron a herirse,

viéndose rodar

a muchos semi–

muertos, en pos de la victoria.

La gritería se volvió infer-

nal.

La muchedumbre

contem–

plaba

en suspenso,

dando de

vez en cuando interjecciones de

espanto

i

de sorpresa,

ante las

espeluznantes acometidas de los

noveles

guerr~ros.

Cuando la lucha

tomó ca–

ractert:s sangrientos, el Monarca

dió la orden de dar por termi–

nado el combate.

Entonces los médicos apli–

caron a los heridos, unturas es–

peciales,

i

les dieron

brevajes

que les reconfortaron i adorme-

cieron todo dolor .. . .. .

Después

de un frugal al–

muerzo, <e dirijieron

a la For–

taleza.

Apu Maita los

dividió en

dos grupos. EJ únó, bajo las ór–

denes de lila lllapa, tomó la de–

fensa del gigantesco {uerte, i- el

ótro, bajo las órdenes de Man–

ku, se lanzó al asalto.

Me<lia hora duró tan brava

prueba.

Sacsahuáman,

la

ciclópea

forta.Jeza, la más grand¡e de

T

a–

huantinsuyu,

se

componía de

tres muros

semicirculares por la

parte accesible

del cerro, cuyo

frente que mira a Kosko era inac–

cesible.

Sinembargo por esta pa.rte

se elevaba un muro de piedr.a ri–

camente labrada,

mientras que

los tres muros semicirculares, es..

!Jecialmente el priméro, estaban

hechos de piedras

tan grandes,

que más eran

peñascos, muchas

de las cuales fueron llevadas de

fabulosas distancias,

si se tiene

en cuenta el grandor

de seme–

jantes moles.

Entre los cerros

se había

hecho una obra

de relleno con

tierra, formando terrazas que lle–

vaban un antepecho, más o me–

nos de .do!:< codos

en alto; de

modo que las murallas cubrieran

gran parte del cuerpo, facilitan–

do así la defensa.

Cada muro

llevaba

una

puerta que cerraba un verdadero

peñasco.

Pasados los tres muros, ha–

bía una plaza larga con. tres to–

rreones: el del centro era circu–

lar, i estaba destinado al lnka

1

su comitiva, siendo de una rique–

za i hermosura singular, i los de.

los costados

eran cuadrangula–

res,

i

contenían las

habitacione~

para los capitanes i soldados.

Aquellos torreones se comu–

nicaban por medio de subtená–

neos embovedados con vigas de

piedras de una sola pieza, i co–

municados por un

laberinto de

calles. con numerosas puertas, de

modo que al penetrar en ellas,

se mareaba

i

no se acertaba a