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-74-

escalofriante velocidad parecían

llevados por el viento.

Pronto pasaron por las ca–

lles de Kosko, veloces como el

relámpago.

Con singular cariño, el pue–

blo les dió

ánimo llamándoles

triunfadores,

i gritándoles con–

movidos i jadeantes por la emo–

c.ión.

-¡Aylli! layllil (triunfo) ...

Entre tanto en la plazoleta

situada en el llano

de la emi–

nencia de frente a los muros de

Sacsanuáman, compacta muche·

dumbre d¡e nobles,

los espera·

han. Temprano habían ascendí·

do Sapan lnka i el Uíllac Urna

en sus áureas andas·, seguidos de

toda la nobleza del Imperio.

Las

~ustas

Calli Sapa, espe·

raban igualmente;

únas

acaso

distraídas, i las más, llenas de

ansiedad.

Cantaban la sencilla ca:lción

del Huaraku:

Oh hermosos príncipes,

valientes i victoriosos,

venid, que os esperamos

con emoción .

En aquella eminencia, talla–

do en ra rocá de color rosáceo,

estaba el usnu, al cual ascendió

el lnka por una

escalinata fina–

mente pulida.

,

Usnu i escalinata estaban a·

quel día cubiertos de telas i pie–

les, regados con flores cuyo aro–

ma saturaba el ambiente.

Allí tomó

asiento el Mo–

narca, bajo un

do~el

de púrpura

de caprichosos d ibujos i flecado

de gusanillos de oro.

A su derecna tomó asiento

el Uí1lac Urna,

i

a m

izquierda,

ia Coya Mama Rahua Okilo.

Rodeáronle sus ñustu, capi·

tanes, i akllas de servicio.

Al poco rato se oyó el

e~traño ruido de la épica carrera,

que hacía retumbar la tierra .

Jadeantes

i sudorosos,

se

desbordaron

aquellos príncipes

sobre la a.lta plaza, enmedio de

los vítores de la multitud.

Manku fue

eJ

primero en

llegar, seguido de muí cerca por

el formidable

lila lllapa, veloz

como el rayo,

i del bravo Ké–

huar Kusi, que

le disputaba la

victoria.

Auki Maita

le felicitó con

efusión, poniéndole

una mano

sobre

el

hombro i exclamando:

-Eres digno Hijo del Sol.

Kori Okllo le arrojó flores,

1

le au.reoló con ellas la cabeza.

Luego escanció su sora más

pre~

ciada, que e'l príncipe bebió ja–

deante i sonriente.

Con

escasmma

diferencia

de tiempo,

se precipitaron los

príncipes en aquella soberbia pla–

za, que

~.egún

la

tradición, tue

hecha por Manku, el divino fun–

dador de} fabuloso Imperio.

Cada

~usta

ya elegida, cal–

mó el cansancio i la sed de ca–

da príncipe de su elección.

En seguida entonaron

beJ.Ií

~imas

canciones, loando las ha–

zañas de los vencedores,

i

glori–

ficando la esperanza de la Raza.

Uíllac Urna

ordenó luego

el sacrificio. 1 despuéc de catar

los agüeros que se mostraron ca–

ú

felices,

i

de los cantos rituales

de las ak'llas

i

las ñustas, conti–

nual'on en todo

el día los exá·

menes severos de los príncipes,