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cos como
la
nieve,
sujetos al
cuello por un cordón que rema–
taba en borlas,
rojas como la
sangre brava
i ardiente de la
juventud.
Llevaban ya el cabello cor–
tado i sujeto con angosto llautu
de colores mui vivos; i calzaban
usutas de dorados juncos, cuya
confección les era obligatoria.
Todos los
príncipes
esta–
ban acompañados por sus fami–
iiares, que
vestían
túnicas de
colores, i mantos rotundamente
amarilílos,
adornados
la
cabeza
con plumas
negras del pájaro
guito.
Uillaccuna o sacerdotes, en·
cargados de
los dioses fámilia–
l"es, portaban el llama que cada
príncipe debía ofrendar al espí–
ritu de Ayar Uchu,
el hermano
de Ayar Manku, Ayar Auka i
Ayar Kachi,
el cual después de
haber fundado ,\a fiesta del Hua–
laku, se convirtió
en Huaca en
el cerro Huanakauri, para velar
desde allí por la gloria del Impe–
rio de los Hijos del Sol.
Manku· vió
llegar casi dis–
traído la muchedumbre
de no–
bles que iban llenando la plaza .
A pesar del carácter de ex–
traordinaria impenetrabilidad pro–
pia de la Raza, cierta melanco·
Ha parecía cernerse sobre el futu–
ro Auki.
Pronto
se
acercaron
las
ñustas Calli Sa(la, o princesas de
incomparable
hermosura. Entre
ellas iba Kori Okllo, la cautivan–
te princesa
que
rivalizaba con
los príncipes en agilidad i destre–
za.
Estaba
~n
hermosa ese
día!. ....•• ,
'·-·
Se acercó
al Príncipe
i
le
dijo:
.
-Príncipe:
no estés triste.
Olvida tus visiones fatales¡ i ve
derechamente al triunfo.
Y
o he
pedido a Uiracocha verte llegar
el priméro. Por Inti: tuya será
mi sora, Manku,
como es tuyo
.
,
mt corazon.
-Para
tí
he de
tentar al
Triunfo,- cantestó Manku.
La
Princesa
se alejó feliz
en su
inocencia, mientras
en
Manku penetraba suavemente su
son,nsa
divina,
esfumando su
melancolía, acaso
aprendida de
la Sierra silente, o de las
puo.asabandonadas.
La
~.o
lemne trompetería de
Sapan lnka,
tocando la Marcha
de los Emperadores,
acabó por
retemplatle los nenios.
Huaina Kápac apareció des–
pués de un desfile marcial de su
guardia magnífica i fastuosa; del
Súntur Páucar,
seguido
de las
armas imperiales; i de la Napa,
que aunciaba la inmediata apari–
ción del Monarca.
Cubierto de, oro i pedrería,
el lnka refulgía como el Sol.
l al entrar
su comitiva de
akllas, ñustas
i
capitan~.
recu–
biertos también
de argentería i
oro, el deste\lo de riqueza seme–
jante, incendió
la
plaza
por
completo,
Un clamor de adoración i
de respeto
Ee
extendió por Au–
kaypata, mientras los brazos dis–
tendían el usual saludo.
El pueblo,
de3de las coli–
nas i laderas, divisó de lejos al
Monarca, i todos, con la mayor
unción, se inclinaron, levantando