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-72-

cos como

la

nieve,

sujetos al

cuello por un cordón que rema–

taba en borlas,

rojas como la

sangre brava

i ardiente de la

juventud.

Llevaban ya el cabello cor–

tado i sujeto con angosto llautu

de colores mui vivos; i calzaban

usutas de dorados juncos, cuya

confección les era obligatoria.

Todos los

príncipes

esta–

ban acompañados por sus fami–

iiares, que

vestían

túnicas de

colores, i mantos rotundamente

amarilílos,

adornados

la

cabeza

con plumas

negras del pájaro

guito.

Uillaccuna o sacerdotes, en·

cargados de

los dioses fámilia–

l"es, portaban el llama que cada

príncipe debía ofrendar al espí–

ritu de Ayar Uchu,

el hermano

de Ayar Manku, Ayar Auka i

Ayar Kachi,

el cual después de

haber fundado ,\a fiesta del Hua–

laku, se convirtió

en Huaca en

el cerro Huanakauri, para velar

desde allí por la gloria del Impe–

rio de los Hijos del Sol.

Manku· vió

llegar casi dis–

traído la muchedumbre

de no–

bles que iban llenando la plaza .

A pesar del carácter de ex–

traordinaria impenetrabilidad pro–

pia de la Raza, cierta melanco·

Ha parecía cernerse sobre el futu–

ro Auki.

Pronto

se

acercaron

las

ñustas Calli Sa(la, o princesas de

incomparable

hermosura. Entre

ellas iba Kori Okllo, la cautivan–

te princesa

que

rivalizaba con

los príncipes en agilidad i destre–

za.

Estaba

~n

hermosa ese

día!. ....•• ,

'·-·

Se acercó

al Príncipe

i

le

dijo:

.

-Príncipe:

no estés triste.

Olvida tus visiones fatales¡ i ve

derechamente al triunfo.

Y

o he

pedido a Uiracocha verte llegar

el priméro. Por Inti: tuya será

mi sora, Manku,

como es tuyo

.

,

mt corazon.

-Para

he de

tentar al

Triunfo,- cantestó Manku.

La

Princesa

se alejó feliz

en su

inocencia, mientras

en

Manku penetraba suavemente su

son,nsa

divina,

esfumando su

melancolía, acaso

aprendida de

la Sierra silente, o de las

puo.as

abandonadas.

La

~.o

lemne trompetería de

Sapan lnka,

tocando la Marcha

de los Emperadores,

acabó por

retemplatle los nenios.

Huaina Kápac apareció des–

pués de un desfile marcial de su

guardia magnífica i fastuosa; del

Súntur Páucar,

seguido

de las

armas imperiales; i de la Napa,

que aunciaba la inmediata apari–

ción del Monarca.

Cubierto de, oro i pedrería,

el lnka refulgía como el Sol.

l al entrar

su comitiva de

akllas, ñustas

i

capitan~.

recu–

biertos también

de argentería i

oro, el deste\lo de riqueza seme–

jante, incendió

la

plaza

por

completo,

Un clamor de adoración i

de respeto

Ee

extendió por Au–

kaypata, mientras los brazos dis–

tendían el usual saludo.

El pueblo,

de3de las coli–

nas i laderas, divisó de lejos al

Monarca, i todos, con la mayor

unción, se inclinaron, levantando