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-67-

Hizo reverencia

rendida al

Monarca,

i

entregó al Kipu Ka–

máyoc un manojo de kipus, re–

pitiendo· el mensaje

que venía

de Tumpis.

"Hombres

extraños, blan–

cos i barbudos, navegan por la

mar, en barcas enormes, del ta–

maño de nuestras casas.

l raen

armas nunca vistas, que vomitan

fuego i humo i dan muerte súbi–

ta. Cabalgan

anim~les

mui velo–

ces, i siembran

con ellos el es–

panto,

la muerte

i la destruc–

ción.··

Akl1as, ñustas, concubinas,

nobles i valientes capitanes que

de ordinario rodeaban a1 Empe–

rador, no pudieron

reprimir su

sobresalto ....••

Los uílkas,

los huátuk, los

laikas,

i hasta el mismo Uíllac

Urna, habían

vuelto a predecir

grandes males a Tahuantinsuyu.

Habían vuelto aparecer va–

rios cometas i otras señales, que

co111enzaban a causar nuevo te-

rror.

Pero el Monarca estaba se–

reno.

Ningún

~igno

dibujó en

su

~emblante

alguna muestra de

extrañeza o de estupor .

A una señal imperceptible,

el Kipukamáyoc leyó el kipu:

"Cinco veces cien hombres

engrosarán las filas del ejército

de Sapan

lnka en T umpis. en

previsión de los extraños acon–

tecimientos de

la

mar" .

-Bien, dijo el Monarca.- Au–

ki Amaru T úpac

lnka:

harás

llamar a mis nobles a Consejo.

Que consulten

los

Sacerdotes

con mi Padre,

i

.que

envíen

mensajeros hasta Pachakámac.

El noble

Amaru

hermano del Monarca,

reverencia

i

se retiró a

sus órdenes.

Túpac,

le hizo

cumplir

Mientras tanto la Corte co–

mentaba

en tonos múltiples

i

apasionados, la nueva extraordi–

nana.

Sapan lnka

se abismó en

meditación profunda. Una vez

i

otra vez

i

otra vez, fulgió en su

mente el oráculo de sus antepa–

sados, según el cual, después de

doce emperarlores, un cataclismo

vendría a destruir su Religión i

su Imperio; i que en él se cum–

plía el extraño e inexorable nú–

mero i pasaba al trece, que tan–

to espanta

a lo!J

hombres con

su arcada de dos asas en las que

se columpia

el

misterio.

Rápidamente se fue reunien-

do

el

Consejo.

. •

El primero en

entrar fue

Maita Yupanki, el temido Capi–

tán, compañero de Huaina Ká–

pac en la conquista de Kitu; en

~eguida

llegó Huanka Auki, el

más bravo i fastuoso de los In–

kas; i así fueron entrando Rumi

~ahui;

lnka Atok;

Titu Rima–

chi, hermano

del

Emperador;

Apu Kúntur

i

demás nobles del

Consejo de Sapan lnka Huaina

Kápac; altísimos

i esclarecidos

Capitanes, cuyos

férreos brazos

habían engrandecido el fabuloso

Imperio.

'

El último que entró fue Tú–

pac Amaru Yupanki, hermano de

Túpac ln·ka Yupanki

i tío del

Emperador actual . Vestía seve–

ramente, i sobre

su pecho res–

plandecía la imagen del Sol la–

brado en

oro

fino.

Hablaba