formidab1e
de aquella multitud
gigantetca,
que indinada a
la
tierra, no se atrevía
a mira:r si·
quiera las refulgentes i acegado–
ra.s andas de
su
amacl.o i adora·
do Señor!. .....
Así fue adentrándose Huai–
na Kápac, en
aqu.ella po pulosa
ciudad, una de las más amadas
éle Sapan
lnka, i de
las más
grandes del Universo.
Numerosas
danzas le pre–
cedían; mientras
!as
mujeres del
pueblo, entonaban las más dul–
ces canciones .
Tumipampa se llenó de ale–
gría,
cobrando
inusitada vida
con la presencia ddl1Emperador.
Huaina Kápac la había em·
beMecido i ennoblecido con mo–
numentales templos i ooberbios
palacios, que rivalizaban con los
d.e la fabulosa Capital del Impe–
rio, por su hermosura y riqueza.
Tanto l•a amaba, que en su
d.eseo
de enaltecerla, hizo tle·
var desde
Ko~ko
innúmeras pie–
dras labradas para
su palacio,
para el templo
del Sol, i para
la fortaleza .
Veinte veces mil hombres
se ocuparon
en semejante fae–
na; i todo Tahuantinsuyu sabía
que de las moles graníticas que
se llevaron
para
la fortaleza,
úna
se
volvió
desde la cumbre
del cerro, después de cruzar ya
el
Apurímac i de subir los últi–
mos escalones
i kenkus, arraiS·
trando a los hombres i aplastán–
dolos por centenas, bañándose en
su mdor
i
en su sangre.
Los
hombr~¡;
la contempla–
ron horrorizad<:>,,
cuando bajó
despeñándose
1
.:>r
la ladera si-
niestra, d ando rebotes macabros
que atronaron los aires i reper–
cutieron en las montañas, des–
bordando
i
quebrando caminos,
hasta caer con chasquido horro–
roso sobre
un peñasco del río,
donde quedó para siempre sen–
tada .. , ...
Hoi, en la hermosa ciudad,
se recordaba con máximo orgu·
Ilo, aquellos
terribles
trabajos
que costaron
la
vida a lnka Ma–
rasco i a otros
kurakas valien·
tes ..... .
,
E
Sol comenzó agonizar,
i
Tumipampa, la bella, trasforma–
da en-
residencia
habitual del
Monarca, parecÍa incendiarse en
el fuego de la Tarde muriente.
Así
fueron
pasando
los
días ..... .
Diariamente entraban al pa·
lacio del lnka,
kurakas i altoll
funcionarios de las diversas re–
giones, portando presentes mag–
níficos, a dar cuenta de sus fun·
dones
¡·
presentar a Sapan lnka
m~s
má-s rendidos saludos.
El riguroso ceremonial era
el mismo que en Kosko .....
En magníficas andas
l~egó
Sairi T úpac, T ukuiríkuc de T um·
pis, acompañaJo del Señor de
Uampállec. Con lentitud las ba–
jaron los yanakunas, colocándo–
las a un lado.
El
Tukuiríkuc
levantó
el
champi de oro,
la insignia del
mando, i
,eJI
Punku Kamáyoc or–
denó levantar las cortinas mul–
ticolores que cubrían la enorme
puerta de entrada,
i
dejó el pa·
so libre a los dos
nobles, que
relumbraban
con . sus
mejores
vestido!.